Good Time, todo menos un buen rato

Salirse del cine a media función es un acto significativo. Aunque suele atribuírsele a desinterés o aburrimiento, a veces denota algo más profundo que eso: una repulsión auténticamente visceral hacia lo que está la pantalla.
En ocasiones, eso es justamente lo que busca la película. Tal es el caso en Good Time: Viviendo al Límite, un crime drama de cuya proyección vi salir a múltiples personas antes de que finalizara.
Es fácil entender el porqué. Además de lo poco convencional de su ritmo y tono, el filme sigue, durante la mayor parte de su duración, a Constantine Nikas: un criminal moralmente vacío cuyas acciones –frecuentemente manipuladoras– no logran sino hundir a las personas a su alrededor en un agujero tan miserable como en el que vive. No tiene el menor reparo por la desgracia que provoca. Es completamente irredimible.
Sería inconcebible –y preocupante– que alguien no experimentara aversión ante tal personaje y sus actos. Ese es el punto. Constantine es una terrible persona y su influencia es puramente negativa: cada persona que involucra en sus desventuras termina peor de lo que empezó. Por el contrario, aquellos que se alejan de él presentan mejoría. Moraleja: No quieres ser un “Constantine”, ni tampoco relacionarte con uno. Es razonable que lo repudiemos.
Así que, si aquellas personas que se salieron de la función lo hicieron por lo antes mencionado, la película logró su cometido de maravilla. Se llevaron de ella lo que tenían que llevarse, incluso si no se dieron cuenta.
Ahí reside la excelencia de Good Time. Nos guste o no, es un filme tremendo.

 

Por Marcial Méndez*
alexmendez2903_s14@hotmail.com

*Estudiante de Diseño Multimedia, posmoderno y fanático del vaporwave. Dicen que es más formal de lo que su foto indica. Sí tiene novia

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