La historia del primer memorial del sismo

En la esquina de las calles Chimalpopoca y Bolívar, en la colonia Obrera, aún son visibles las huellas del primer memorial a las víctimas del terremoto del 19 de septiembre. Un memorial que buscó nombrar a quienes habían perdido la vida allí y cuya historia —varios hechos lo demuestran— extrañamente se quiso borrar.

En el lote, que en una parte ya se habilitó como estacionamiento, quedan algunos grafitis, ropa y flores secas que son huella del memorial y de una ofrenda puesta el Día de Muertos. Esos objetos evocan las vidas humanas que se perdieron con el derrumbe del edificio Bolívar 168 —el parte oficial es de 15 muertos—. La historia de estas muertes generó muchas preguntas. No se resolvieron con el reporte de la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo de la CDMX. Los convocantes a este memorial aún preguntan por las condiciones en que trabajaban estas personas. El domingo 24 de septiembre, artistas, activistas y feministas —mujeres en su mayoría— llevaron a cabo el memorial entre las 11:00 y 16:00 horas; consistió en un encuentro, en la mayor parte del tiempo silencioso, donde pusieron objetos e instalaciones. Fue un homenaje a los fallecidos que, en principio, se pensaba sólo fueron mujeres e inmigrantes. Quien convocó fue la artista Lorena Wolffer, pero también participaron, en un grupo de más de 100 personas, las activistas y promotoras culturales Guillermina Navarro —fotógrafa—; Aurora Montaño Barbosa y Verónica Navarro, fundadora de Mujeres Aportando a Mujeres (MAM). El recuerdo del 85. Una de las primeras inquietudes en torno de lo que pasó en Chimalpopoca fue el precedente de las costureras muertas en 1985, en un edificio de esa zona. Por otra parte, la rapidez con que actuaron autoridades para retirar escombros, a diferencia de otros edificios de la ciudad, generó sospechas. “Las leyendas urbanas son expresión del sentir de la gente que se siente burlada porque no se dan las respuestas adecuadas”, opina Aurora Montaño.

Guillermina Navarro, quien ha trabajado haciendo registro de obras de Wolffer, cuenta: “No se sabe por qué la necesidad tan rápida de meter al Ejército, de limpiar las evidencias de lo que había pasado ahí, de no dejar trabajar a los voluntarios”. Recuerda que tras el sismo, fotografiaba al tiempo que ayudaba a personas que lo necesitaban, con diversas asociaciones. Entonces fue a Chimalpopoca a tomar fotos: “La verdad es que no se podía tomar fotos más que de la valla y los voluntarios que había. Me di cuenta de que llevaban mucho tiempo y de que no los dejaban pasar”. Agrega que el caso de Chimalpopoca muestra cómo la sociedad civil, de nuevo, es la que emprende investigaciones. Además, dice, en los días previos, hubo acciones que despertaron indignación en la gente: “Vieron sacar muy organizadamente tubos de tela, entonces cuestionaban: ‘¡Antes que las telas, busquemos a las personas!’. Fue mucho desconcierto”.

La jornada dominical. Flores, copal, ropa, rollos de tela, juguetes, peluches, un montículo donde se levantó una cruz, ritos con incienso y caracoles fueron parte del memorial. Entre el grupo de participantes, algunas mujeres no quisieron que hubiera hombres en la manifestación. Más allá de eso, Montaño destaca, el ambiente de respeto: “Fue la solidaridad inmediata, gente que no habíamos visto jamás estábamos de pronto encontrándonos, abrazándonos con respeto. Fue el silencio. -Texto y fotografía: El Universal

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.