Los seduce la cultura maya que refleja Mérida

Veteranos estadounidenses vienen a vivir a la capital yucateca atraídos también por el ambiente tranquilo, edificios coloniales, oferta culinaria diversa y oportunidades asequibles para vivir sus sueños de nuevos negocios y de jubilación.

Tim y Marsha Weaver ya tienen un nombre elegido para su casa de vacaciones en Mérida. De acuerdo con un reporte del periódico New York Post que retomó en su más reciente número la revista electrónica The Yucatan Times, en octubre pasado la pareja de Montclair, Nueva Jersey, compró una casa histórica con planes para transformarla en un B&B (bed and breakfast, hospedaje en una casa particular) que llevará el nombre de un ex ocupante famoso, el gobernador de Yucatán Felipe Carrillo Puerto.

“Era un socialista que favoreció la reforma agraria, el sufragio femenino y los derechos de los indígenas mayas, dice Tim. “Él tuvo un romance con una periodista de Estados Unidos, Alma Reed, y tenía una canción muy conocida escrita para ella, ‘Peregrina’. Los Weaver llaman a su nueva empresa, que incluirá una residencia en el sitio para ellos, La Casa Carillo Puerto.

Más allá de su dramática historia de fondo, la pareja –Marsha, de 53 años, agente de bienes raíces de Coldwell Banker, y Tim, de 54 años, en una empresa de servicios de salud– fue atraída a la morada de 5,400 pies cuadrados por sus detalles arquitectónicos. Hay hermosos azulejos con dibujos, grandes puertas y techos altos. También atractiva es la privilegiada ubicación de la casa, a pocos minutos a pie de la plaza principal y de la animada zona de restaurantes de Santa Lucía. Luego estaba el precio asequible: 385,000 dólares americanos.

 

Historia para la TV

El viaje de compra de la casa de los Weaver, ayudados por el agente inmobiliario Keith Heitke, se describe en un episodio de la serie de televisión “House Hunters International”, que se transmite los jueves a las 10:30 p.m. por HGTV.

Con este traslado permanente, los Weaver –que también consideraron comprar en Guadalajara y en la Ciudad de México– se unen a la comunidad de unos 5,000 expatriados que viven en Mérida. Están seducidos por la cultura maya de la ciudad, el ambiente tranquilo, edificios coloniales, oferta culinaria diversa y oportunidades asequibles para vivir los sueños de nuevos negocios y de jubilación.

Mérida “es un destino popular por muchas razones”, dice Carrie Regan, productora ejecutiva de “House Hunters International”. “No hay vuelos directos desde Nueva York, y eso ayuda a evitar una ‘invasión’. Todavía se puede llegar a las playas y las ruinas mayas, pero desde una base en una ciudad tan encantadora (Mérida está a cuatro horas de Cancún)”.

 

Huyen del terrorismo

El caso de los Weaver es el séptimo similar en Mérida que ha merecido la atención de “House Hunters International”, y el tercero con el corredor Heitke, de 56 años y que trabaja para Mexico International Real Estate. Anteriormente un diseñador de interiores en Nueva York, Heitke y su socio David Sterling, solían vivir a cuatro cuadras del World Trade Center neoyorquino. Golpeados por los ataques del 11 de septiembre, se escaparon a Mérida para un descanso, compraron una casona en ruinas por $38,000 USD, la restauraron y terminaron quedándose.

Posteriormente Sterling fundó una popular escuela culinaria yucateca, Los Dos, y renovó casas mediante los servicios internacionales de diseño de Worldstudio International Design Services, incluyendo el B&B de los Weaver. (Tristemente, Sterling falleció en noviembre pasado.)

Mientras que Heitke reconoce que en la última década la palabra sobre Mérida se ha levantado y los costos de bienes raíces han subido, dice que “se puede encontrar una bonita casa terminada a partir de175,000 dólares, o un buen inmueble para mejorar entre $80,000 y $150,000”. Los impuestos sobre la propiedad son bajos, agrega, y cita una miríada de comodidades modernas –desde agencias de autos hasta salas de cine– a disposición de los residentes. “Para las compras, se puede ir al mercado principal del Centro Histórico, que ha estado allí desde el año 1500, o un Costco de tamaño completo”, dice Heitke. “La gente es tan agradable para tenerla cerca, y durante seis meses, entre octubre y marzo, hay un clima perfecto”.

 

Más ventajas que desventajas

Adam McCulloch, de 46 años, y Emma Sloley, de 47 años, llegaron a Mérida por cuestiones de trabajo en 2006. Después compraron y remodelaron tres casas que ahora alquilan a través de Airbnb (manteniendo una libre por sí ellos la necesitan, por supuesto). La última, que adquirieron en 2014, la llamaron The Tub House, después de instalarle una bañera con patas tipo garras.

McCulloch admite que el invierno allí da paso a veranos calurosos, tropicales y lluviosos entre abril y septiembre (Mérida tiene el mismo clima que Nueva Orleans). Sin embargo, sostiene que sus ventajas superan con facilidad las desventajas. Entre los sitios favoritos locales figuran la tienda de antigüedades Antigüedades de Julio cerca del parque de San Sebastián, la azotea del elegante hotel boutique Rosas & Xocolate para cócteles, y las cenas BYOB de jardín del fundador de Cook It Raw, Alessandro Porcelli.

La ciudad es una mezcla de lo viejo y lo nuevo: donde una vez estuvo el dominio de los ricos hacendados del auge del henequén, que fueron propietarios de plantaciones que produjeron la mayor parte de la cuerda del mundo con la fibra de esa planta, ahora hay una sala de comida hipster, Mercado 60, que abrió el año pasado.

 

Del maquech a las fiestas

“Mérida revela sus secretos gradualmente”, dice McCulloch. “Un día descubrirás la joyería del maquech (un insecto adornado) en los mercados, y el siguiente verás una luciérnaga en el césped de una gran hacienda o, como sucedió hace un par de años, asistirás a una fiesta de Nochevieja con David Byrne de Talking Heads”.

Las fiestas, por cierto, son elementos clave del remolino social de Mérida, y pueden a menudo ser espontáneas y sorprendentes. Una noche, Solange Knowles hizo una aparición durante una fiesta en la casa de Richard Frazier, de 67 años, y Laura Kirar, de 40 años de edad.

Frazier y Kirar compraron un antiguo rancho a las afueras de Mérida en 2009 “por el costo de un estudio en Nueva York”. Mientras que las renovaciones están en curso, la propiedad escénica de 40 acres –conocida como Hacienda Subin– incluye 9,000 pies cuadrados de la casa principal y una fábrica o desfibradora de 10,000 pies cuadrados.

Kirar, diseñadora de interiores y productos con una tienda en el centro de la ciudad mexicana de San Miguel de Allende, señala que un poco del choque cultural que los neoyorquinos deberían anticipar es un concepto diferente del tiempo.

“Yo diría que las personas aquí no aceptan más de una invitación social en un día”, dice, “porque el almuerzo durará ocho horas. Les gusta almorzar a las 2 p.m. y es probable que todavía haya que beber tequila a las 10 p.m., y es probable que se haga con cuatro generaciones de la familia que le invitó”.

Brujas y curanderos

La tradición local incluye creencias sobrenaturales, incluso entre los yucatecos más jóvenes. “Aparentemente hay muchas brujas en nuestra ciudad”, dice Richard. “También tienen curanderos, que mezclan las creencias mayas y el catolicismo y la medicina moderna con sanaciones folclóricas”.

De acuerdo con Dan Prescher, de 62 años, editor senior de la publicación internacional para jubilados International Living, que vivió en Mérida de 2007 a 2010, los compradores potenciales de propiedades deben esperar un ambiente totalmente diferente y no una “América-lite”. Probar antes de la compra es clave.

“Puedes hacer todas las investigaciones que quieras”, dice Prescher, “pero a menos que tengas los pies en el suelo, nunca lo sabrás”.

Meses después de que el episodio de “House Hunters International” salga a la luz, cuando la renovación de 100,000 dólares de los Weavers se complete a principios de 2018, La Casa Carrillo Puerto contará con cuatro dormitorios con baños en suite, dos patios, piscina, bar, sala, una cocina, una sala de estar y una nueva casita de dos plantas para los propios Weaver.

“Nuestro hijo menor es un estudiante de la Universidad de Rhode Island”, dice Marsha, “y está esperando los veranos que pasará en Mérida tomando el sol”.

New York Post

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