Manzanero y Chichén, a una semana

Don Armando Manzanero tiene razón al menos en un aspecto: nadie la armó de tos ni ofreció resistencia tan férrea cuando otros notables de la música, en años anteriores, se presentaron en zonas arqueológicas.

Ignoro la razón de lo anterior y me niego a creer que detrás de estas protestas se esconda un malinchismo recalcitrante. En ese sentido, hay que reconocer la posibilidad de que esas voces también se alzaran en su momento contra las actuaciones de intérpretes como Luciano Pavarotti o Sarah Brightman y que fueran acalladas con mayor o menor discreción.

Como sea, allí está el argumento de peso: la zona arqueológica se daña con la realización de eventos “masivos” como el ya mencionado.

Francamente, no sé cómo las sillas dispuestas en la enorme explanada itzá pueden afectar las estructuras y por qué no han prohibido, de una vez por todas, las visitas durante los equinoccios.

Vaya, si la lógica es la de “mucha gente daña las estructuras”, creo que la solución tendría que ser cerrar Chichén y mirar, desde el Google Earth, la pirámide de Kukulcán o el tzompantli.

Sí, se me están pasando las cucharadas de ironía y seguramente también las de la ignorancia: puedo entender que las multitudes no son amigas de la delicadeza y también puedo entrever que, para un arqueólogo serio, un concierto en zonas arqueológicas es semejante a invitar a un rinoceronte a pasar el día en una fábrica de cristales.

No obstante, el arte  — y por ende las hazañas arquitectónicas de los mayas —  se vuelve inútil si no hay siquiera un solo espectador para apreciarlo.

De esta forma, creo que no hay razones válidas para alejar a las multitudes si nos alejamos de la grilla y nos acercamos a la idea de que, con la adecuada supervisión y siguiendo los protocolos y reglamentos diseñados por los profesionales de la disciplina, ningún evento dentro de zonas arqueológicas tiene que acabar en tragedia para la historia.

Por otro lado, creo que merece más reflexión el otro argumento esgrimido por los opositores al concierto de Manzanero: ¿Por qué deben llevarse a cabo eventos privados y comerciales en un sitio que le pertenece a todos los mexicanos?

La demanda no es ociosa y es, considero, el sentido hacia el cual debiera dirigirse las exigencias a futuro: promover la generación de más eventos públicos y gratuitos en estos escenarios, sin lugar a dudas majestuosos y conmovedores.

Lo pienso porque no, no es igual escuchar a Manzanero en el Peón Contreras que mirando a lo lejos el templo de las mil columnas. La experiencia estética cambia. No es peor o mejor. Sencillamente es diferente.

Por ello, celebraría que, en el futuro, las entradas fueran más incluyentes y menos elitistas, más culturales y menos comerciales.

Fórmese la imagen en la cabeza: los mayas de hoy instalándose un ratito en los antiguos aposentos de sus antepasados para escuchar el mejor de los repertorios de los buenos artistas. Piénselo igual, don Armando Manzanero.  No hay mejor tributo.

Por Alejandro Fitzmaurice

Foto: cortesía

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.