Mismos fines, diferentes medios

En las sociedades de mediados del siglo pasado -no supero ser “del siglo pasado”- los medios masivos de comunicación tenían una participación muy dinámica en la conformación del bagaje cultural de las personas, al grado de competir con el sistema educativo, con la esfera familiar y la propia iglesia. Fue tal el apasionamiento por su estudio y explicación, que incluso teóricos como el francés Louis Althusser llegó a denominarlos Aparatos Ideológicos del Estado, que funcionan como válvulas de escape y resonancia de los postulados gubernamentales en vigor.

Pero si los mass media de mis años mozos en la universidad son influencia todavía –aunque con cada vez más débil presencia–, ahora las redes sociales virtuales se involucran tanto en la cotidianidad que hasta en el baño escuchamos carcajadas de los usuarios y hasta de intimidades de cama nos enteramos y vemos imágenes. Su influencia en los patrones culturales (esa suave “piel” que expuso Derrick de Kerckhove) trastocó nuestra noción de tiempo y de espacio porque, ¿cuándo es hoy en internet? Si un video se queda “vivo” a libre demanda de los usuarios, y llega hasta los confines de mi cocina, esté donde esté.

Estos nuevos medios, nuevos para muchos con mente convencional –como la mía–, son los instrumentos vigentes para estructurar campañas exitosas, electorales o no, pero también tristemente también se están usando como mecanismo de manipulación de la prensa. Tristemente, también puede ocurrir que en el formato en internet pervivan vicios como el financiamiento con dinero público usado en forma no ilegal, aclaro, pero sí totalmente discrecional.

En las pasadas Jornadas Interuniversitarias de Periodismo, Don Manuel Triay Peniche –de los pocos colegas que merecen ser llamados respetuosamente Don– me compartía la cifra de decenas de portales de internet tan solo en Yucatán, y en esto como en muchos temas, hay claroscuros. Por redes, no por medios masivos tradicionales, me he enterado que aquí en Yucatán, ciertos aspirantes a candidaturas tienen pendientes con la justicia; he constatado en documentos, la mención de su probable participación en algún delito relacionado con su encargo público.

La presunción de inocencia es fundamental como elemento clave de un sistema de justicia apegado a Derechos Humanos. Pero me llama la atención que casi nada se diga de historias como los adultos mayores quejosos por el trato que les dieron en Crecicuentas, así como su inversión perdida. Tampoco aprecio cuestionamientos por presuntas empresas fantasma usadas para realizar los eventos de Mérida Capital Americana de la Cultura. A mí sí me interesaría saber en qué van esos asuntos, se cometió algún delito o se ha tratado de empañar trayectorias políticas de, ni más ni menos, los dos principales aspirantes a la gubernatura de Yucatán. Ésta es la cuestión personal que me alude, un posible gobernante de mi entidad, ¿tiene por saldar alguna deuda?

Y para rematar, un pequeño detalle, ¿por qué la autoridad respectiva no se hace presente ya para imputar, para exonerar y quitar cualquier velo de duda? No nos merecemos unos candidatos y futuros gobernantes con antecedentes de tal gravedad, esto debe aclararse, debemos saber con toda transparencia qué ocurrió y hasta dónde son capaces de llegar algunos en el poder porque es una vileza usar y defraudar a los más pobres, que por un momento aspiran a que su vida mejore y se encuentran con ese trágico final, así como es una vileza y un delito manchar el nombre de funcionarios probos.

El gran reto es mantenerse al margen de esa discrecionalidad y sobornos con una línea editorial independiente y profesional y que el periodismo haga su labor de informar en cualquier plataforma. Los medios cambiarán, pero los fines periodísticos prevalecen.

 

Por Carmen Garay

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