¿Quién responde?

El lunes recibí una invitación a escuchar una plática de Ramón Márquez, director de un albergue de migrantes en Tenosique, Tabasco, llamado La 72. En corto, en la sala de una casa, Ramón, un español de treinta y tantos años, explicó que La 72 es un refugio para los migrantes que cruzan por esa zona, dominada por los Zetas. El crimen organizado se dio cuenta hace ya muchos años de que extorsionar a los migrantes y aprovecharse de su desesperación es un negocio lucrativo: con un régimen de terror, amenazando, y cumpliendo sus amenazas, cobran derecho de paso a la gente que pretende cruzar hasta Estados Unidos a través de México, dejando un rastro de personas lastimadas, violadas, mutiladas, o muertas. El gobierno, corrupto o inepto, no hace nada.
El tema de los migrantes es espinoso. Sin duda, las injusticias que vive esta gente son indignantes, y el proyecto de Ramón y de los demás involucrados en este proyecto es una muestra de solidaridad enorme. Pero, aunque creo que la migración organizada puede privilegiar a todos, incluyendo al país receptor, tenemos que tener en cuenta que Estados Unidos tiene una política antimigrantes muy clara, y México ha firmado acuerdos que lo obligan a impedir el cruce de migrantes a Estados Unidos. Sin embargo, ¿cómo le pides a una persona que está dispuesta a todo con tal de salir de su país y de su situación, que regrese a él? Aunque estas pesadillas que viven los migrantes en México no son ningún secreto, los rumores no disuaden a los que, provenientes de países centroamericanos y sudamericanos como Honduras, El Salvador, Guatemala o Nicaragua, prefieren arriesgar la vida y la integridad tratando de llegar a Estados Unidos que quedarse en la pobreza y la violencia de sus países.
Creo que cualquier albergue como La 72 debe tratar de disuadir a los migrantes, pintando una imagen clara de los peligros que implica cruzar hasta Estados Unidos. El objetivo, Ramón lo dejó claro, no es ayudarlos a cruzar, sino aliviar el sufrimiento que viven en nuestro país, víctimas del crimen organizado y la impotencia o corrupción del Estado: “La 72, así, con género femenino, queremos ser una casa acogedora donde las personas migrantes no sólo encuentren pan y cama para dormir, sino que encuentren el abrazo solidario, la bendición materna, el lugar donde las mujeres embarazadas den a luz y donde los sueños de una vida mejor se empiecen a hacer realidad. Es una gran vergüenza para nosotros que las y los migrantes encuentren en nuestro país sufrimiento y muerte. (…) Desde este rincón empobrecido y olvidado, gritamos y exigimos que el gobierno mexicano frene el holocausto migratorio”.
A la pregunta de uno de los oyentes de qué podemos hacer para ayudar a su causa, Ramón dijo que podemos ayudar con la reinserción de migrantes que son disuadidos de irse a Estados Unidos, pero que se niegan a regresar a situaciones de violencia e injusticia en sus países de origen. A ellos, La 72 los ayuda a instalarse en México, buscándoles trabajo y oportunidades. Pero es difícil, porque incluso en México ser migrante genera desconfianza. Una señora presente respondió que su esposo tiene una empresa, que probablemente puede ofrecerles trabajo a algunos residentes de La 72, pero que le preocupa algo: “¿Quién va a responder por esta gente? Pobres, pero a fin de cuenta son unos soberanos desconocidos”.
La frontera sur es un infierno. Podemos cerrar los ojos, rebotar a los migrantes sin miramientos, o encogernos de hombros porque son desconocidos. O podemos darles la voz y la oportunidad de responder por ellos mismos.

 

Por María de la Lama Laviada*
mdelalama@serloyola.edu.mx

* Yucateca. Estudiante de Filosofía por la Universidad Iberoamericana.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.