Segunda Plana

CUANDO LA PRESENCIA del crimen organizado empezó a hacerse notar cada vez más en Cancún, los medios de comunicación quedamos sorprendidos de la rapidez con que ganó terreno, y en poco tiempo se empezaron a ver casos de fosas clandestinas y ataques a balazos contra elementos policiacos. La situación se agravó a tal punto que, según fuentes extraoficiales, el 80% del cuerpo policiaco del municipio de Benito Juárez (Cancún es la cabecera) llegó a estar coludido con el crimen, que enfrentaba a los agentes a una falsa disyuntiva: o aceptaban la plata, el soborno que les ofrecían, o les daban plomo. El resultado es la grave realidad que prevalece ahora en esa ciudad y en las poblaciones de la Riviera Maya, con 46 personas ejecutadas del 1 de enero al 13 de febrero de este año. Y todo este planteamiento es para tratar de entender la gravedad de lo que puede pasar en el mercado San Benito, donde, como le informamos en la página 19, se registran atracos a pesar de la reciente instalación de una caseta de vigilancia. Siempre será preferible cortar los problemas cuando apenas empiezan, ¿no le parece a usted?

DESDE RISIBLE HASTA desconsolador y lamentable serían adjetivos para calificar el caso de los poco más de 2,000 juzgadores que aspiraban a obtener, en un concurso interno de oposición, una de las 50 plazas de jueces de distrito que tiene disponibles el Consejo de la Judicatura Federal (CJF). El concurso fue cancelado por el CJF porque descubrió que los aspirantes hicieron trampa y consiguieron las respuestas del examen. Imagínense ustedes que en un juicio les toque uno de esos jueces sin moral ni ética, capaces de hacerles trampa a sus superiores del Poder Judicial. Nos parece que esos casos sorprendentes son consecuencia de la carta de naturalización que está adquiriendo la corrupción en sectores cada vez más amplios de la sociedad, y de la impunidad con que se cometen muchos actos ilegales. Un juez transgrede las reglas a sabiendas de que no recibirá castigo aunque lo descubran, y un policía federal extorsiona o acepta sobornos en una carretera nacional porque sabe que nadie le puede hacer nada… Así estamos, y quién sabe hasta dónde llegaremos.

 

Por Gínder Peraza

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