Tengo a papá. Las últimas horas del Che

Cincuenta años después de la muerte de Ernesto “El Che” Guevara, en Bolivia, las investigaciones apuntan a la traición y a una bien orquestada campaña conservadora para eliminar a quien ha sido considerado una figura emblemáticas de las luchas revolucionarias, pero que -a la luz de las nuevas aportaciones- no tendría ni los dones y ni el liderazgo con que lo revistieron para convertirlo en un icono.
Al menos esa es la tesis de “Tengo a papá”. Las últimas horas del Che, publicada por Editorial Planeta, en la que el autor JJ Benítez plasma los hallazgos de tres series documentales que permiten recrear el último año en la vida del guerrillero argentino que habría sido traicionado por quienes suponía sus incondicionales.
Sin embargo, el plan ideado para eliminarlo no fue el único factor que influyó en su caída; también fueron importantes la megalomía y la soberbia que, según los documentos, eran afines a la personalidad de médico que dejó su Argentina natal para llevar la guerra de guerrillas al mundo e instaurar, decía, un nuevo orden.
“Así era el Che. Cuando hablaba, nadie podía llevarle la contraria. Sencillamente: no razonaba. Y nadie se atrevió a levantar la voz y defender a Marcos. Creo haberlo dicho: le teníamos miedo y respeto. Era un dios para Cuba. Sí, pero un dios con minúscula… “, escribe en su diario de campaña uno de los guerrilleros cubanos que le acompañó en la campaña en Bolivia y fue testigo de su captura y muerte.
Y así como esta anécdota y otras más que hablan de sus hábitos personales, de sus gustos y afición por las mujeres, de la maestría con que podía camuflarse para pasar desapercibido, la figura mítica del revolucionario puede desmoronarse hasta verla reducida a la de un simple mortal, pero también revela pasajes de algunos de sus contemporáneos que no salen bien parados en la lucha por el poder y las conspiraciones para eliminar a quienes pueden volverse incómodos.

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