20 minutos

Armando Escalante
Periodista y analista político

Aminorar las consecuencias de la pandemia, reducir el número de contagios y decesos, mitigar los síntomas que sufren los enfermos —que haya camas, médicos y enfermeras— así como reactivar la economía, mantener la seguridad pública y garantizar la paz social, son las prioridades que procuró atender el gobierno de Yucatán en su segundo año de funciones, según se concluye del 2º Informe de Mauricio Vila Dosal.

Aunque su triunfo dejó un gran sabor de boca a él y a buena parte de los electores, el primer año (2019) debió enfrentarse a las deudas heredades del gobierno antecesor, y al principio del mal trato que Manuel López le daría a todos los gobernadores. Un descomunal recorte aplicado por el político tabaqueño a las arcas estatales anticipaba que no sería fácil este ejercicio sexenal y lo estamos comprobando.

El primer año fue menos malo en materia económica porque el presidente aún no destruía todo lo que ya vimos que hizo. Por si no fuera poco, este 2020 estranguló más a los estados y nos quitó necesarios fondos para destinarlos él a obras faraónicas, donde ya afloran casos de corrupción, además de ser obras absurdas e innecesarias como el tren maya que nadie usará, una refinería que se inunda y un aeropuerto del tamaño de una terminal de autobuses.

En Yucatán, las múltiples tareas oficiales del Ejecutivo y de los otros dos poderes, debieron reorganizarse muy a tiempo para continuar el ritmo que ahora nos reclama esta “nueva normalidad”. No todos han podido salir adelante en esta combinación de lucha contra el coronavirus y al mismo tiempo, librar la batalla para mantenerse “vivos” económica y laboralmente hablando. Difícil es una palabra corta, pero el drama vivido por casi toda la sociedad ha resultado eterno y en algunos casos, ha sido un camino sin retorno.

Para el gobernador de Yucatán los últimos 10 meses han sido los más complejos de su vida y tal vez así lo sea todo el 2021; digamos que el año pasado el señor Vila y los yucatecos entramos a un triatlón donde de enero a marzo llevamos un trote tranquilo con cierto ritmo pero de abril en adelante, la carrera comenzó a tener obstáculos —piedras en el camino, tramos inundados, aguas lodosas— para llegar al fin de año sin haber alcanzado la meta porque resulta que la competencia aún no se acaba y se prolongó por un año más.

Para colmo, la pandemia ha requerido atemperar entre lo urgente y lo importante sacando lo mejor de cada quien pero también lo peor; es largo el camino de desencuentros que este gobierno ha tenido por razones diversas, lo mismo con temas periodísticos que con asuntos empresariales, políticos y coyunturales, exigiendo soluciones que al final dejan insatisfechos a unos y molestos a otros. Ni el gobernador está conforme con lo que al final se consigue, pero como bien dice, él no fue electo para agradar o caerle bien a todos, sino para hacer lo correcto, en beneficio de la mayoría. Nadie se olvide que si le va mal a él, nos irá peor a todos.

El xix.— El analista Yuri Serbolov, autor de la Carpeta Púrpura, precisaba que si un sexenio de gobierno fuera una hora, el tiempo transcurrido estos dos años —como el período de Mauricio Vila— equivaldría a solo 20 minutos. Solo que a juzgar por la cantidad de problemas, recortes, la pandemia y demás, ese tiempo tan corto ha sido como estar bajo el agua y además, con elecciones. Si el proceso electoral es favorable, los minutos restantes serán menos malos. De no ser así, el maratón habremos de correrlo pero ahora con los pies y manos amarrados.

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