22 años de Google

Por Carlos Hornelas

Hace 22 años en el garaje de Santa Margarita 232, en San José California, nació una de las empresas más emblemáticas de esta era: Google.

Apenas un año después de obtener su registro comercial, en 1999 mudó sus oficinas a Mountain View, en California, con apenas ocho empleados y un cheque de 25 millones de dólares como capital que catapultaría a su compañía hasta los cuernos de la luna.

El mundo actual no podría entenderse sin la intervención cotidiana de Google. A través de sus numerosos y variados servicios con los cuales le ha dado un verdadero impulso y existencia real a lo que llamamos “sociedad de la información”.

En estos tiempos de pandemia, por ejemplo, la rivalidad entre las plataformas que ofrecen el servicio de videollamadas / videoconferencias le han otorgado a Google Meet el segundo lugar en las preferencias de los usuarios, solo detrás de la ahora celebérrima plataforma “Zoom”.

En lo que se refiere a su solución en línea “Google Clasroom”, ha multiplicado el número de adeptos que cuentan entre sus filas millones de profesores a nivel mundial quienes han tenido que modificar la pizarra tradicional para ingresar, en un esfuerzo maratónico y contra el tiempo, a una plataforma digital para dictar sus clases y organizar su material didáctico.

A Google se le puede poner tanto de buen ejemplo, como de malo. Es una compañía que ha basado su éxito en una filosofía empresarial y de emprendimiento que no cesa de coleccionar fracasos para aprender de ellos y levantarse orgulloso.

Así, se puede colocar en ese perlario de derrotas, proyectos como Google Reader, que permitía hacer una selección de diversas fuentes de información en formato RSS para crear una especie de periódico personal con contenido de diversos diarios, blogs y otros medios en internet.

O también las respectivas intentonas de establecer un protocolo y un mercado para las videollamadas en los antecedentes de Meet: Google Talks, Allo y Hangouts. Lo mismo ocurre para el trabajo colaborativo que integraba documentos, mensajes de los miembros del equipo y distribución de información, adelantándose a Trello, Alsana y otros en la ahora olvidada Google Wave.

Compitió con Twitter y Facebook con un éxito cuestionable en Brasil a través de su red social Orkut que posteriormente se convertiría en Google +, su fracaso más sonado.

Como mal ejemplo, podríamos mencionar aspectos en los cuales se ha visto involucrado a lo largo de sus dos décadas de existencia. Por ejemplo, la cuestión relativa a los derechos de autor. Como cuando emprendió la idea de digitalizar cuanto libro se pusiera frente a él a través de la solución Google Books, que terminó con demandas millonarias de la industria editorial a nivel mundial.

Asimismo ha sucedido una y otra vez en relación con la privacidad de los usuarios cuyos datos terminan en manos de sus socios comerciales, en detrimento de sus derechos digitales. Recordemos, como dice Eugene Morozov que cuando un servicio es gratis es porque nosotros somos el producto.

Se ha hecho cómplice de regímenes dictatoriales o con tintes totalitaristas que ignoran los derechos humanos como China, en el cual estableció un acceso con censura a los contenidos de internet a fin de que esa extensa población no pudiera saber con claridad lo que el partido comunista no quería difundir.

Paul Virilio dice que “la información es poder”, y Abraham Moles hablaba de una sociedad que se definiría por la “división social de la información”. En este momento, Google es uno de los tres agentes que más información acumula sobre todos nosotros y moldea a su conveniencia la sociedad en que vivimos.  Recomiendo la lectura de “La Googlización de todo”, por Siva Vaidhyanathan.

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