A 27 años de la visita del Papa Juan Pablo II a Yucatán

La ciudad se llenó de algarabía y banderines de color blanco y amarillo; de diversas entidades llegaron miles de personas, ya que el Pontífice solo estaría en Mérida e Izamal en su paso por México.

Ayer se cumplieron 27 años de la visita del Papá Juan Pablo II a tierras yucatecas, y con agrado recordamos aquella mañana del 11 de agosto de 1993, cuando procedente de Kingston, Jamaica, el Santo Padre llegó al Aeropuerto Internacional de Mérida, donde fue recibido de manera oficial como jefe de Estado por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, esto en virtud de que ya se habían restablecido las relaciones de México con el Vaticano tras un siglo de haberse interrumpido.

La ciudad se llenó de algarabía y de banderines de color blanco y amarillo; de diversas entidades llegaron alrededor de 450 mil peregrinos, ya que el papa sólo estaría en la capital yucateca e Izamal, donde encabezaría un encuentro con las etnias de toda América, por lo que en esos momentos nuestra ciudad estaba en los ojos del mundo.

Fue en el Palacio de Gobierno donde se llevó a cabo el encuentro protocolario que sostuvieron como jefes de estado Salinas y el Pontífice, quien al finalizar la reunión, que tardó unos 45 minutos, en medio de una llovizna, subió al papamóvil para cruzar a la Catedral para orar previo a trasladarse hasta el Estadio “Salvador Alvarado”, donde un helicóptero estaba listo para llevarlo a Izamal donde ya era esperado por unas 20 mil personas, seis mil en el atrio del Convento Franciscano, incluidos unos 4 mil 500 representantes de los pueblos originarios.

Meses antes, el 18 de noviembre de 1992, la gobernadora Dulce María Sauri Riancho viajó al Vaticano para invitar a su santidad a visitar Yucatán. El enviado especial del desaparecido Diario del Sureste, Fernando Castro Novelo, dio cuenta de que la mandataria estatal fue recibida en audiencia privada, y durante este encuentro, que duró 10 minutos, su Santidad le externó su deseo de incluir a nuestra entidad en el itinerario del viaje que tenía programado a Estados Unidos.

En aquella visita, la gobernadora obsequió al Papa una Biblia escrita en maya y un libro acerca de la entronización de la Virgen de Izamal, y en agradecimiento, Juan Pablo II envío una bendición especial al pueblo indígena de Yucatán y comentó que le gustaria aprender a hablar maya para cuando se diera el momento de estar en la entidad, lo que ocurrió los días 11 y 12 de agosto del año siguiente.

En una entrevista que concedió al periodista José Cortazar, la ex gobernadora recordó que una vez que se conformó la visita, se celebraron numerosas reuniones que terminaban en horas de la madrugada para definir temas de logística para atender el tema de las concentraciones multitudinarias, los recorridos aéreos y por tierra que reclamaban la mayor de las atenciones.

Los dos altares que se construyeron para las misas del Papa en Izamal y Merida fueron diseñados por el arquitecto Manuel Castillo Rendón, quien recuerda que la visita de manera original estaba programada para octubre de 1992, pero que se pospuso por un tema de salud del Papa.

Fue el entonces secretario de Obras Públicas del Gobierno del Estado, José Calderón Lara, a quien se le dio la responsabilidad de seleccionar el espacio para la misa en Mérida que de manera inicial se realizaría en un espacio en el Parque de Industrias no contaminantes, al norte de la ciudad.

Una vez que se decidió que sería Xoclán el lugar elegido para la magna concentración, en tiempo récord se desmontaron y nivelaron las 80 hectáreas de terreno y se colocó tubería a manera de cuadrícula para que en cada espacio se contará con los elementos necesarios para la gente que escucharía misa.

En un principio se pensaba recibir a medio millón de personas, pero finalmente acudieron alrededor de 800 mil que se encontraban ansiosas de ver a Juan Pablo II, al grado que no le importó la copiosa lluvia que aquella tarde cayó.

El arquitecto Castillo recuerda que aquel día, la televisora que transmitió el evento a nivel mundial, para que no le estorbaran a la visibilidad de sus cámaras, cortó los tensores de la lona que cubría el altar y se acumuló sobre ella mucha agua, por lo que había el riesgo de que cayera sobre obispos e invitados especiales. Se tomó la decisión de armar una especie de lanza con un cuchillo en la punta, con lo que un elemento del Estado Mayor Presidencial agujeró la lona y aunque se mojó el escenario, de inmediato salieron camisetas y demás trapos para secar el charco que se formó.

Al finalizar aquella inolvidable misa en Xoclán, el Papa retornó al Seminario Conciliar de Itzimná donde había comido por la tarde, y muchas personas que desde una noche antes ocuparon un buen lugar para en la noche dedicarle una serenata junto con los grupos apostólicos, y al día siguiente, el día 12 de agosto, el distinguido visitante se trasladó al aeropuerto para que, a bordo de un avión de la desaparecida aerolinea Taesa, se trasladara a Denver, Colorado, para continuar con su visita pastoral en la Jornada Mundial de la Juventud.

Texto: Manuel Pool

Foto: Cortesía

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