A pocos metros del sol

Por Rocío Cortés Campos

La cita era a las 8:00 PM, pero el Sol de México, Luis Miguel, apareció a las 9:47 PM en el segundo de sus conciertos en Mérida (el sábado anterior) para deleitar a su público en el Coliseo Yucatán. Entre gritos de “Mickey, Mickey, Mickey”, “Luismi, Luismi, Luismi” y cientos de piropos por parte de los asistentes, el cantante arribó luciendo impecable traje negro, al escenario después de una breve introducción musical. Y con su sola presencia también acalló los otros rumores y dudas sobre si se presentaría en Mérida, o si volvería a fallarle a su público, como ocurrió en 2015 cuando no se presentó a la función.

A partir de la presentación de su serie biográfica en Netflix, los mitos sobre la vida de Luis Miguel colapsaron los programas de noticias sobre espectáculos; pero también las redes sociales. Al día después de un nuevo episodio, aparecían oleadas de memes y comentarios sobre el capítulo. Ante la gran popularidad que recuperaba el cantante, sus mánagers aprovecharon la oportunidad y abrieron una titánica gira por España y Latinoamérica, en la que el Sol ha entregado cuerpo y alma; o al menos así lo hizo en la presentación que tuve oportunidad de ver.

A pesar de todos los rumores sobre su supuesto alcoholismo y estado de salud, lo que yo pude ver en el espectáculo fue a un profesional extraordinario. Luis Miguel canta estupendamente y con la misma pasión como cuando tenía 25 años y estaba en el pináculo de su carrera. Estuve a unos 10 ó 12 metros del escenario, y pude mirar al Sol un poco de cerca: no está gordo (aunque tampoco es precisamente delgado), ni mucho menos naranja; está bronceado. No es el joven apuesto que solía ser cuando estrenaba La incondicional; pero tampoco se ve tan mal como suelen decir sus detractores. Se ve como lo que es: un señor de casi 50 años.

Cantó gran parte de sus éxitos acompañado de músicos excelentes, tanto de su grupo de base, como del mariachi y el pianista que estuvieron con él en los popurrís de éxitos de los 80 y 90; los boleros y las rancheras; baladas, canciones movidas y todas las demás tan conocidas entre prácticamente cualquier latinoamericano: Culpable o no, Suave, Cuando calienta el sol, Sabes una cosa, La bikina…

En casi todo concierto el público del atiborrado Coliseo estuvo de pie cantando con el Sol; aplaudiéndole y gritándole, como bien se merece. Al término del espectáculo, Luis Miguel se despidió mandando besos, agradeciendo y tirando rosas blancas a las filas más cercanas al escenario. Al final, mis amigas y yo dejamos el lugar muy satisfechas con la función. Personalmente creo que escucharlo en vivo y verlo tan de cerca fue una experiencia fantástica que espero repetir cuando el sol vuelva.

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