Cómo afrontar las contracciones uterinas

 

Durante el embarazo, el feto crece en el interior del útero. Este órgano no es más que un músculo en forma de bolsa con una abertura estrecha hacia la vagina (el cuello del útero) y que, como todo músculo, es capaz de acortar sus fibras al contraerse.

El útero está formado por células musculares lisas, es decir, células musculares que se contraen de forma involuntaria, sin que la mujer pueda controlar cuándo se contraen o se relajan. Estas células tienen receptores específicos para hormonas, que aumentan o disminuyen durante el embarazo, influyendo así en la contracción uterina.

Durante la gestación, los niveles de estas hormonas aumentan o disminuyen en el organismo de la mujer. De forma general, podemos decir que los niveles de progesterona disminuyen paulatinamente, facilitando así las contracciones uterinas, y además al mismo tiempo los niveles de estrógenos aumentan, haciendo que el útero se encuentre todavía más predispuesto a generar contracciones. Sin estos dos cambios no sería posible que comenzaran las contracciones uterinas eficaces para el parto, pero lo que verdaderamente desencadena este tipo de contracciones es la presencia de prostaglandinas y oxitocina.

En primer lugar, siempre hay que mantener la calma y recordar los ejercicios que se enseñan en las clases preparto. Es normal sufrir contracciones aisladas durante el embarazo y no tienen ningún significado sobre el buen desarrollo del bebé. Si las contracciones son frecuentes hay que estar alerta y ver cómo evolucionan. Si alcanzan una frecuencia de una contracción cada 10 minutos hay que acudir al centro sanitario de referencia para comprobar si el parto ha comenzado o no. En cualquier caso, siempre que haya dudas se debe acudir al médico.

Las contracciones durante el parto son fundamentales para el buen progreso del bebé hacia el exterior a través del cuello del útero y la vagina. Al ser dolorosas tienen connotaciones negativas, pero no tiene por qué ser así. Es un dolor esperable y repetitivo, por lo que se puede controlar con ejercicios de relajación que se enseñan en las clases preparto. En cada contracción la mujer debe aprovechar ese momento para pujar, es decir, aumentar la presión abdominal interna y así empujar al bebé a la vez que lo hace el útero.

La necesidad de pujar ocurre de forma natural; al tocar la cabeza del bebé los músculos del suelo de la pelvis aparece en la madre una sensación parecida a las ganas de defecar, pero más intensa. Así, en cada contracción la mujer realiza una fuerte inspiración que hace descender al diafragma, cierra la glotis impidiendo que se expulse el aire de los pulmones, y contrae la musculatura abdominal.

Hay situaciones en las que los médicos no quieren que se produzca el parto, normalmente porque la madurez del bebé no es completa y el nacimiento provocaría más problemas que si permanece dentro del útero. Sólo un motivo médico como el que acabamos de comentar, es válido para interrumpir las contracciones, si no lo hay, las contracciones deben monitorizarse para observar el progreso del parto. Para interrumpir las contracciones los ginecólogos utilizan una serie de medicamentos que relajan la musculatura del útero, e impiden las transmisión eléctrica de la contracción en la célula muscular.

En general, la anestesia aliviará el dolor, e incluso lo eliminará completamente en algunas mujeres. Sin embargo, esto no siempre es positivo porque el dolor y otras sensaciones son estímulos para el buen progreso del parto. Por ejemplo, al utilizar la anestesia epidural, muchas veces se elimina también la sensación de necesidad de pujar, con lo que los partos se alargan más de lo necesario.

Texto: Agencia

Foto: Cortesía

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