Aristóteles, guionista

Cuán cerca estamos en realidad de la grecia antigua. Filósofos como Sócrates y Platón vivieron hace más de dos mil años y siguen cautivando nuestras reflexiones hoy, pero hay uno en particular que bien podría ser guionista de cine: Aristóteles.

Este texto pretende ser una llamada de atención a la comunidad cineasta local, que atrapada en una soberbia poco productiva, se ha estancado. Lean, por favor, la Poética de Aristóteles. Lo que se conserva de este libro son apenas notas tomadas por sus alumnos, pero podemos ver en estos retazos una obra con ideas que hoy, varios siglos después, no hemos entendido aún.

El primer gran concepto es el de mímesis, para el que muchos traductores han usado imitación. Los seres humanos son criaturas fascinadas con la imitación. Nos encanta imitar (a ciertos personajes o animales) y ver imitaciones de las cosas (pinturas u obras de teatro). Aristóteles reconoce que podemos crear nuevas convenciones y reglas para imitar cosas que no existen: podemos crear nuevos mundos con nuestras imitaciones.

El género que reflexiones más profundas lleva es la tragedia, y para ella, lo más importante es la trama. Ésta debe estar estructurada y tener un orden causal: inicio, desarrollo y final. Eso podrá parecer tan obvio al punto de la insignificancia, pero lo que nos dice es que las acciones que se desarrollan en una tragedia deben ser, por más dolorosas, previstas por el mundo planteado. Es por ello que no nos creemos cuando, en una película, un personaje sufre grandes penurias que parecen estar inventadas, como si una nube gris sólo le lloviera encima a él. Por más tristes sean las cosas para el protagonista, estas deben estar plenamente justificadas en magnitud.

Los personajes, para el filósofo griego, son agentes. Al reconocerlos como tal, les otorga un poder particular sobre sí mismos. Por ello, los agentes de una tragedia son figuras que gozan de carácter y razonamiento, que están propensos a hacer algo (por su personalidad) y que las circunstancias los pueden llevar a hacer otra cosa (por la evaluación general que hagan de una situación).Esto resulta de capital trascendencia para los trabajos cinematográficos de hoy, en especial los de la localidad. Con frecuencia vemos cortometrajes con personajes que parecen estar muy construidos pero que no se enfrentan situación alguna, o situaciones muy complejas con ningún personaje que capte nuestro interés. En ocasiones escuchamos a cineastas locales jugar a ser mártir del artista incomprendido, pero habría que recordarles que, veintidós siglos atrás, Aristóteles ya advertía que por más intensas que sean las emociones en una historia, siempre debían llevar a algún lado, tenía que pasarle algo a un personaje. Quizá antes de ser muy “modernos” y “vanguardistas”, deberíamos al menos entender sobre qué piedra estamos caminando.

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