Autorretrato

Por ArmandoEscalante

Volvió a pasar. Una vez más volvimos al tema. Se repitió la historia. Solo que “le subieron dos rayitas más” a su odio y se sumaron miles más como justicieros descarnados, fiscales y jueces, todo en una misma persona, y cada quien la tundió como pudo. De milagro se salvó de ser linchada… en la vida real.

Por supuesto nos referimos a la señora norteña que osó ejercer su libertad de expresión en un medio que para fines prácticos parece que está solo vetado a la simulación, la hipocresía, al anonimato y al odio y todo porque a ella “le pareció una vergüenza” lo que alguien le vendió como si fuera un platillo tradicional.

Todos lo tomaron por el lado malo, nadie se puso a pensar en las palabras sinceras que la persona vertía respecto a lo que ella tenía frente a si: ¿de verdad es tan malo criticar el producto que le quisieron dar como quien recibe gato por liebre?

Para fines de contexto, aquí en nuestro terruño que tanto amamos, una nueva vecina tuvo el desatino de no encontrar las palabras adecuadas para expresar su queja por el pib -tamal quemado-, o esa “cosa de masa amarilla cruda” que le dieron envuelta a cambio de su dinero, poco tal vez, adquirido seguramente en el peor lugar que para nosotros pudo haber: en la calle. Pero eso es lo de menos.

La señora había probado antes el platillo pero le pareció extraño y luego risible que eso fuera lo que nosotros nos comemos. Y con justa razón, esgrimió en un video privado dirigido quizá a una red o un grupo donde ella tiene gente de confianza -así lo creía- y ¡rájale! resulta que le tocó a muchos la parte más delicada que uno tiene, la autoestima personal. El falso nacionalismo.

Dejando todo eso atrás, estemos o no de acuerdo con ella, aquí solo citaremos el sinfín de llamados al odio que esto derivó -de los ofendidos yucatecos-, que se creyeron capaces de matar a quien los habría criticado. La señora que nunca hizo llamados a la violencia, encontró de nosotros eso, violencia por todos lados, en esta “pacífica” Mérida y más aún, sintió el atizar del fuego que hicieron muchos medios; la señora que jamás hirió a propósito a alguien en particular, recibió miles de ofensas directas hacia ella y hacia su familia; la señora que no llamó a odiar, perseguir o matar a nadie, si vivió en carne propia esos adjetivos, intenciones y amenazas incluso hasta en su domicilio.

Hasta aquí la reflexión; es un ejemplo más del peligro que nos acecha. Tenga cuidado con usted mismo si se sumó a estas condenas.

 

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