Por María de la Lama 
Algunos escritores entienden más seriamente que otros que su
popularidad nace solo de nuestra fascinación ante los mitos.
Mito en su primera definición de la RAE: “Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter heroico”. Algunos escritores, o en general artistas, se avientan de lleno al mito, a complacer nuestro afán mitificante, y viven su vida tejiendo una trama y construyendo su personaje.
Un ejemplo, ni único ni especialmente importante, es el novelista conocido como B. Traven. La página de wikipedia que habla de él se contradice y enreda, porque los datos de su vida no están muy claros. Unas hipótesis dicen que fue alemán, otras estadounidense; unas más, que B. Traven era el pseudónimo del presidente mexicano Adolfo López Mateos. Sabemos poco: que llegó a México alrededor de 1924 y escribió en este país alrededor de veinte novelas, una de las cuales, El tesoro de la Sierra Madre, fue adaptado al cine por John Huston y ganó tres Óscares.
Pero incluso cuando, a raíz del éxito de la película, se desató una fiebre en busca del hombre detrás de la obra, el autor protegió su identidad con firmeza, tratando con editores y publicistas por medio de intermediarios.
Uno de estos intermediarios era Esperanza López Mateos, hermana del presidente; de ahí el rumor que le atribuye a este la uotriía de las obras de B. Traven. Otras hipótesis sostienen que el autor era el hijo ilegítimo del emperador alemán Guillermo II. Unas más lo ubican como Ret Marut, un anarquista y actor de teatro alemán que llegó a México huyendo de los nazis. La hipótesis más aceptada identifica al escritor con Hal Croves, un hombre de origen alemán casado con la traductora de B. Traven, Rosa Elena Luján. Al morir Hal Croves, en 1969, Rosa Elena declaró verdaderas todas las hipótesis que pudo: su marido había respondido a los nombres de Ret Marut, Hal Croves, Otto Feige, Bruno Traven… Sus cenizas fueron esparcidas desde un avión sobre la selva chiapaneca.
