Las plaquetas o trombocitos son unas células que produce la médula ósea y que desempeñan una importante función en la coagulación sanguínea, por lo que si sus niveles son anormalmente bajos (inferiores a 150.000 mm3) –lo que se conoce como trombocitopenia– se pueden sufrir hemorragias internas y las heridas resultan más difíciles de curar.
Los valores normales de plaquetas deben situarse entre 150,000 y 400,000 mm3. Un recuento de plaquetas inferior a 50,000 mm3 puede ser peligroso para la salud, porque aumenta el riesgo de hemorragia tras un traumatismo leve, y si se encuentra entre 10,000 y 20,000 mm3 incluso se puede llegar a producir una hemorragia espontánea.
El bajo recuento de plaquetas en la sangre puede deberse a una menor producción de estas células en la médula ósea, o a una mayor destrucción o uso de las mismas en el organismo, debido a alguna de estas causas:
Padecer ciertas enfermedades como anemia aplásica, leucemia, cirrosis, síndrome mielodisplásico (que hace que la médula ósea no produzca suficientes células sanguíneas, o que las produzca defectuosas),
Una infección bacteriana grave, determinadas infecciones virales (mononucleosis, hepatitis C, VIH, dengue…), o enfermedades autoinmunes como el lupus o la artritis reumatoide.
Tener síndrome hemolítico urémico (SUH), un trastorno muy poco común y generalmente asociado a una infección por E. coli, que también provoca un importante descenso de plaquetas, además de la destrucción de los glóbulos rojos y una alteración en las funciones renales.
Sufrir púrpura trombocitopénica idiopática (PTI), que es la principal causa de destrucción de plaquetas en bebés y niños, y se debe a que el sistema inmune produce anticuerpos contra las plaquetas, lo que tiene como consecuencia que el bazo considere que estas células son agentes extraños y las destruya–, o púrpura trombocitopénica trombótica, en la que grandes cantidades de plaquetas se destinan a producir pequeños coágulos de sangre que se reparten por el cuerpo.
Tener un déficit de ácido fólico o de vitamina B12.
Seguir un tratamiento con quimioterapia, uno de cuyos efectos secundarios es reducir la producción de plaquetas en la médula ósea.
Tomar regularmente ciertos fármacos como aspirina o antiinflamatorios, u otros que se emplean en el tratamiento de problemas cardíacos, entre otros.
Un consumo excesivo de alcohol en cualquier presentación.
Presentar esplenomegalia o agrandamiento patológico del bazo, que dificulta la circulación de las plaquetas.
Estar embarazada. Durante la gestación, alrededor del 5% de las mujeres sanas pueden experimentar una leve trombocitopenia –trombocitopenia gestacional–, que normalmente desaparece tras dar a luz.
La trombocitopenia puede no manifestar ningún síntoma, pero los principales signos que puede alertar de que los niveles de plaquetas son inferiores a lo normal son:
Sangrar sin motivo por la nariz, la boca o las encías.
Presencia de sangre en orina o heces.
Que la hemorragia no se detenga en poco tiempo cuando nos hacemos una pequeña herida.
También son frecuentes los hematomas o moretones en la piel, aunque no nos hayamos dado ningún golpe que lo justifique.
Que aparezcan unas pequeñas manchas rojizas o moradas repartidas por el cuerpo que se llaman petequias.
Texto: Agencia
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