Bancarrota

Tras sus declaraciones en Nayarit, en las cuales muchos medios reportan que AMLO se refirió al estado en que recibe al país como “en bancarrota”, y después de que densos editoriales se han dedicado a interpretar dicha expresión, ayer insistió en que la prensa fifí sacó de contexto sus palabras y señaló:

“No les gustó la palabra (bancarrota). Se me lanzan, interpretan que me estoy echando para atrás y que no voy a cumplir (…) Falso. Voy a cumplir todos los compromisos, nada más que sí quiero que se tenga conocimiento del punto de partida (…) Si están enojados, les ofrezco disculpas y amor y paz”.

Es curioso que hace una semana dábamos cuenta que se había referido a un conjunto de reporteras como sus “corazoncitos”, desdeñando su trabajo, menospreciando el interés público por sus respuestas y siendo un tanto irrespetuoso con ellas. Andrés Manuel, quien todavía no ejerce el cargo conferido, deja entrever lo que se puede convertir en una triste rutina entre sus declaraciones y los medios de comunicación.

Si algo no se le puede reprochar ni escatimar es el pulso que tiene para estar en los medios y establecer agenda. Después de al menos doce años frente a los reflectores ha desarrollado un tacto específico para saber qué puede decir y cómo, para que su mensaje sea efectivo.

Por ello mismo, sabiendo acerca de su habilidad, extraña que se deje llevar por la pasión y no mida el impacto que sus palabras pueden llegar a tener. Cuando la prensa, y en general los medios de comunicación, reportan lo que él quiere, los enaltece, cuando le critican les pone apodos: los llama la prensa fifí, o prensa vendida. Un día dice que los lleva en su corazón y que los quiere y al siguiente los castiga con el látigo de su desprecio.

Lo cual resulta en un triste chantaje porque la relación entre ambos no tiene nada que ver con el afecto. Finalmente, los medios no buscan ni requieren del amor o aprobación del soberano. Los medios deben reportar la realidad. En ese orden de ideas, aunque no gocemos de su cariño, nos debemos al oficio: vigilar los excesos del poder y particularmente observar cómo se dará la llamada cuarta transformación y no como se malogra una transformación de cuarta.

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