Batalla generacional

Soy muy escéptico de todas esas etiquetas que reducen las complejas relaciones geo-políticas e históricas que viven las distintas sociedades en función de su juventud. Me refiero a las poco comprendidas y siempre criticadas generaciones millenial, X, Z (o cualquier otra letra), etc.

Es cierto que cada generación vive avances tecnológicos diferentes de la anterior, y se enfrenta a problemas nuevos, tanto del entorno más inmediato como de escala mundial. Lo que también es cierto es que el esfuerzo por desacreditar a la generación más joven por ingenua o a la más vieja por desactualizada tampoco llegan a ningún lado.

Este texto no pretende quedarse en el camino cómodo de decir que debemos encontrar “lo positivo” en cada una, y “combinar experiencia con ímpetu” o algún otro mantra ingenuo new age-emprendedor. Más bien, debemos deshacernos de ese tipo de etiquetas e ideas de vivir separadamente, y tener el valor de enfrentarnos a los problemas en común que, viejos o jóvenes, nos afectan por igual.

Uno de ellos está de moda, aunque sea porque nos hemos dado cuenta de lo irreversible de la situación: el cambio climático. Hoy, muchas personas de mi generación ven con enorme preocupación el cada vez más evidente escenario de un mundo lleno de basura, escaso de agua, con excesiva temperatura, extinción masiva de animales y plantas. Hoy, también, muchas personas de mi generación, anteriores y posteriores, viven en la negación de este problema, ya sea porque no les ha quedado claro el alcance y gravedad del asunto o porque han decidido seguir la vida como si no lo supieran.

En cualquiera de los casos, es triste darse cuenta de que la lógica de salvar el glorioso pasado ofusca con rapidez los problemas del presente. Cuando escucho a alguien decir “mi generación no tenía videojuegos, sino que salíamos a la calle a jugar”, ignorando que la inseguridad en las calles es culpa de, precisamente, su generación, no sé si reír de la lógica infantil o sentir pena ajena por su ignorancia. Situación similar cuando veo a alguien compartir imágenes de jóvenes con ropa de los 50 paseando por un parque, lamentando que ahora las citas no sean “románticas” como lo eran antes, ignorando la violencia contra la mujer y los roles fantasiosos de masculinidad que se debían de cumplir.

Es triste que siguiendo enfrascados en la discusión sobre cómo salvar la gloria de cada generación, no nos detengamos a pensar en cómo salvar el futuro del planeta. Es aquí donde se abre el compromiso político real, que parte de cuestionar los propios privilegios. Entre ellos, el uso indiscriminado de plásticos, papel, cartón y gasolina, vengan de la generación de quien vengan, es un grave error hoy.

Piense que las generaciones de mañana probablemente no nos verán con nostalgia y romanticismo, sino con resentimiento, bien justificado, de que ante el risco, decidimos dar un paso adelante.

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