Bolsonaro ganaría el premio Nobel de la estupidez

El periódico regioinal francés L’Union, que se edita en Reims, llegó a escribir lo siguiente: “Si la estupidez y la irresponsabilidad tuviesen un premio Nobel, éste sería indiscutiblemente otorgado a Jair Bolsonaro, a pesar de la fuerte competencia actualmente en el escenario internacional en tiempo de pobreza intelectual”.

Y es que esto no lo publican sin razón, ya que la falta de tacto personal y la miopía política de Jair Bolsonaro son tan increíbles que han desatado la peor crisis diplomática entre Francia y Brasil desde hace 60 años. Y su lengua afilada también pretende tensar las relaciones con la vecina Bolivia.

El presidente brasileño ofendió a la esposa de su homólogo francés, al reírse con un mensaje despectivo y misógino que circuló por las redes sociales. Uno de los seguidores de Bolsonaro en Facebook publicó las fotos de los dos estadistas al lado de sus respectivas primeras damas, comparándolas y afirmando que el francés envidiaría al brasileño e insinuando que sería por la diferencia de edad. “¿Ahora entienden por qué Macron persigue a Bolsonaro?”, preguntaba el internauta. Macron es 24 años más joven que su mujer, Brigitte, mientras que Bolsonaro es 27 años mayor que su esposa, Michele. En vez de reprobar esa comparación sexista y zafia, Bolsonaro escribió: “No lo humilles, hombre. Jajajaja”. Macron no se anduvo por las ramas y respondió que esperaba que los brasileños tuvieran “pronto un presidente a la altura”.

La polémica bilateral no cedió terreno. Durante un reciente acto celebrado en la ciudad de Fortaleza, el propio ministro brasileño de Economía, Paulo Guedes, dijo que Brigitte Macron era “realmente fea”, defendiendo de esa manera el comportamiento de su jefe. Y otros miembros del Gobierno federal insultaron a Macron llamándole “payaso oportunista” y otras lindezas por el estilo.

La prensa gala se echó encima de Bolsonaro no sólo por sus insultos sino también por su actitud indolente hacia la Amazonía, verdadero pulmón del planeta. Macron declaró que esta gigantesca región, tan fundamental para el clima del planeta, y compartida por nueve países, Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, la Guayana Francesa, Perú, Surinam y Venezuela, podría tener un estatus internacional, lo que fue interpretado como una provocación para el nacionalismo brasileño, del que Bolsonaro es el máximo representante.

Bolsonaro había sido invitado a una cumbre regional exprés, convocada en la localidad colombiana de Leticia, para debatir allí la coordinación de acciones que detengan la devastación de la Amazonía. Fueron invitados todos los líderes de la cuenca amazónica, a excepción del venezolano Nicolás Maduro, vetado abiertamente por Bolsonaro, quien tampoco acudió a la cita, alegando precisamente cuestiones de salud, aunque finalmente participó por videoconferencia.

Después de la importante reunión celebrada en una “maloka” o cabaña indígena, nuestro personaje protagonizó otro encontronazo diplomático. “Uno parece no haberse integrado con nosotros e incluso dijo que el capitalismo está destruyendo la Amazonía, como si en su país no hubiera habido grandes incendios, mucho más grandes que en la Amazonía [brasileña]”, dijo. Esa crítica acerada iba dirigida, sin citarle, a Evo Morales. El presidente boliviano había dicho en Leticia que “la madre Tierra está amenazada de muerte” y había declarado que “el lucro y el consumismo de algunos amenazan la vida de muchos”. Eso no debió sentarle nada bien a Bolsonaro, muy criticado por su inacción en este asunto.

El líder de extrema derecha, de 64 años, alega que Brasil sufre un ataque del exterior, y que otros países están utilizando la desforestación y los incendios en la Amazonía como “propaganda contra Brasil”. También sostiene que los incendios son una cuestión cultural en Brasil y en otros estados amazónicos para conseguir nuevos terrenos para el pasto de ganado. Esa reacción está provocando que, por ejemplo, Alemania y Noruega anunciaran en agosto que suspendían la donación de decenas de millones de euros a un fondo de protección de la Amazonía por la postura de la Administración de Bolsonaro ante el problema medioambiental.

Lo cierto es que el área deforestada de la Amazonía observada en julio por los satélites brasileños alcanzó un total de 2,254 kilómetros cuadrados, una superficie equivalente a un tercio de todo el volumen desforestado en los últimos 12 meses, entre agosto de 2018 y julio de 2019, periodo en el que la deforestación llegó a los 6,833 kilómetros cuadrados. Sólo en agosto se sumaron otros 1,698 kilómetros cuadrados más, lo que representa aproximadamente la extensión de toda la ciudad de Sao Paulo, la primera metrópoli de América en número de habitantes. Eso significa, en otras palabras, que la deforestación aumentó un 222% en agosto con respecto al mismo mes del año pasado. Estas alarmantes cifras proceden de los datos obtenidos de la Detección de Deforestación en Tiempo Real (Deter), un programa específico de observación desarrollado por los científicos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), la NASA brasileña.

La reivindicación de la soberanía de la Amazonía se ha convertido en el catalizador de una estrategia de propaganda política, cuyo fin pasa por recuperar la simpatía del ciudadano porque la cuota de popularidad del presidente brasileño se está desplomando por momentos. Un sondeo difundido en agosto indicaba que su nivel de impopularidad subió del 28% al 53% entre los encuestados.

Texto y foto: Agencias

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