Bright: La primera taquillera fuera de taquilla

 

Tengo una relación amorodio con Netflix. Estoy bastante seguro de que es el tema más recurrente en esta columna. Esta semana, el servicio de streaming estrenó Bright, dirigida por David Ayer y protagonizada por Will Smith, tiene todos los índices de ser una genérica taquillera, excepto por la taquilla.

Por un lado, Netflix es un espacio que empuja y reta los límites de la narrativa audiovisual. Es una empresa que celebra la libertad de creadores que han entregado joyas como Stranger Things o Black Mirror. Es una plataforma que crea piezas de alto presupuesto alejadas de los estudios que llevan años en control del cine y la televisión. Es una respuesta sorprendentemente efectiva a la piratería en Internet, y el siguiente paso lógico en términos de consumo mediático.

Sin embargo, Netflix es también una amenaza a la experiencia cinemática. Reta a la magia de la gran pantalla y del disfrute colectivo. Ha perfeccionado una metodología en respuesta a tendencias de usuario que priva de espíritu e identidad a sus producciones. Fomenta un consumo flojo: “ver Netflix” es análogo a darle play y tenerlo como ruido de fondo, como una distracción para pasar el tiempo.

Es también parte del establishment que juraba destruir. El control que Netflix tiene sobre el video-on-demand es tal que los únicos que podrían ofrecer competencia son los mismos grandes estudios. No abrió la industria audiovisual para nuevas maneras de hacer las cosas, sólo se hizo su propio huequito que defiende con recelo.

En previos esfuerzos por analogarse con lo mainstream, Netflix le ofreció a Adam Sandler un contrato por múltiples películas. Incluida en el paquete estaba The Ridiculous 6, la película más vista en la historia de la plataforma. Si de algo sirve, es para confirmar dos cosas: la libertad creativa no necesariamente hace buenas películas, y no es culpa de los estudios el alimentar basura a las audiencias cuando estas mismas la buscan activamente.

Ahora, con Bright, Netflix se cementa como parte de las taquilleras de siempre. Reafirma con mucho orgullo que, aunque ha creado increíbles series originales, anhela todavía a ese público que quiere la misma película reciclada de acción o comedia.

En sus primeros tres días, Bright fue vista por 11 millones de personas. Eso es de acuerdo con las métricas de Nielsen, la compañía que ha medido estadísticas de audiencias desde antes que la mayoría de las personas leyendo esto nacieran. Netflix anteriormente ha retado los números que Nielsen le da a sus contenidos, pero es muy celoso como para revelar los verdaderos.

Once millones en tres días es un poco menos de los 12 millones que vieron el episodio final de la séptima temporada de Game of Thrones durante su estreno. También es la cantidad de boletos que se vendieron para Star Wars: The Last Jedi en Estados Unidos el fin de semana pasado. Bright, pues, tiene cifras que ameritan su categorización como un blockbuster –una película taquillera–.

Como toda película de su tipo, Bright tiene resultados abismales con la crítica y positivos con las audiencias. Ya saben, de ese público que traga cualquier basura, que va religiosamente a todo estreno de Transformers, que puede encapsular toda su opinión de una película en un tweet.

Bright no tiene anda de innovadora. Nada de original. Si has visto una película de acción en las últimas dos décadas, entonces ya la has visto. Es mediocre a no poder más. Pero es la primera película taquillera que nunca ha tocado taquilla. Y eso la hace históricamente significativa.

Por Gerardo Novelo*

gerardonovelog@gmail.com

* Estudiante de Comunicación. Gran fan del espacio, tanto exterior como personal. Se las trae contra las estudiantes de ingeniería.

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