Carta a Colosio

 

Querido amigo…. Hoy se cumplen 24 años de que una bala acabara con tu vida y con tu proyecto político, que -digan lo que digan tus detractores– despertaba esperanzas y pasiones.

Yo no acepto la idea de que fue aquel discurso del 6 de marzo el que alimentó la ira de algunos poderosos y la tentación de arrebatarte la vida para sepultar tu candidatura presidencial.

Como tampoco compro la tesis del asesino solitario, quien sin un móvil ni un padrino, por indignación espontánea, consumó tu magnicidio.

Me inclino a pensar que algunas de tus opiniones, tan anticipadas como temerarias, expresadas por ti en cenas privadas, acabaron por llegar a los oídos de quienes te vieron como una amenaza para sus ambiciones personales. Y decidieron sacarte del juego. Eso tú y yo lo comentamos, en vida.

Sé que hoy, donde te encuentres, tendrás claro lo que pasó. Como también estoy convencido de que estarás decepcionado del México que tu generación y la mía le estamos heredando a nuestros hijos y nietos.

Te conocí a mediados de los 80, despuntando apenas como un incipiente candidato a diputado. ¿Recuerdas cuando filosofábamos en fondas capitalinas, sencillas, sin pretensiones? Eso sí, siempre con tu jerez como aperitivo.

Sé que quizás habrías manejado mejor que tu improvisado relevo el llamado Error de Diciembre, ese terremoto económico y social que nos malogró la década de los 90.

A partir de esa debacle, la Banca recién privatizada quebró, para rescatarse con el debatido Fobaproa. Hipotecamos por generaciones el futuro. Y no acabamos de pagarlo.

Desde entonces la nueva clase empresarial, la de los herederos, vienen rematando a México en pedazos, entregándolo al mejor postor. En dólares o en euros.

Lo mismo el petróleo, que la Banca, la minería, el acero, las constructoras, las cerveceras y hasta el tequila. Ya casi todo está en manos extranjeras. ¿No es esto vergonzoso, querido Luis Donaldo?

Nuestra dependencia energética es aterradora. Las reservas y la producción de crudo desplomadas. Compramos nuestras gasolinas a refinerías texanas, en dólares, despachándolas bajo los emblemas de Shell o de British Petroleum.

El boom mundial del crudo a 100 dólares lo malgastamos en una borrachera de burocracia, insultante corrupción y criminal impunidad que no acaban. Asómate a Odebrecht, OHL o Aldesa. Desde la Estela de Luz hasta la Estafa Maestra.

Y la esperanza de una transición democrática, después de dos fallidos presidentes panistas que acabaron tranzándolo todo, acabó en un amasiato entre tu partido, el PRI, con el PAN y el PRD.

Sin duda la bala que atravesó tu sien fue el disparo que inauguró la ola sangre e inseguridad, producto de la abierta colusión entre gobiernos y cárteles del narcotráfico.

Por eso estoy seguro que no te indignaste cuando tu hijo Luis Donaldo decidió actuar en política. Pero no bajo las siglas del partido que te postuló y deshonró tu muerte. Hoy tu estirpe busca la reivindicación desde una trinchera de la oposición.

Sin duda pensarás que nuestro México se volvió un “infierno”, como el de la película de Luis Estrada. Y no te faltará razón.

Cada día son menos los compatriotas que pueden presumir de tener, ya no digamos un paraíso… ni siquiera un digno purgatorio.

Porque hoy, aquellos mexicanos a los que identificaste en tu discurso del 6 de marzo con hambre, tienen mucha mas hambre. Y aquella sed de justicia, nunca como hoy, es demasiado injusta y parcial.

Desde donde quiera que estés, ¿crees que todavía existe alguna esperanza? Se te extraña, Pelo Chino.

Tu siempre amigo, Ramón Alberto Garza.

Por Ramón Alberto Garza*
@ramonalberto

* Periodista mexicano y analista político de Código Magenta.

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