Columna | No estaba en los planes

Por: Jhonny Eyder Euán

Extraño salir a caminar y detenerme unos momentos para observar a las personas andar, comerse un helado o tomarse fotos en las fuentes de los parques. Extrañar es esa palabra tímida que comienza a aparecerse en las casas durante la cuarentena.

Los días raros siguen su curso al igual que el virus que continúa afectando a las personas sin distinción de edad, grupo social o cualquier otra patraña que se les ocurra a los chismosos en las redes sociales.

Añorar es eso que cala el ímpetu de los nómadas. Es eso que observo cada tarde, cuando el sol es más cauteloso y puedo darme el lujo de levantar la cortina como señal de que ya terminé mi jornada laboral desde casa.

Me encuentro sentado con la vista a la ventana cerrada y luego al librero. Se ha vuelto raro estar aquí. Escucho el ruido del aire acondicionado y de algunos pájaros que afuera deben volar no muy alto de los árboles.

No he querido leer otra vez un libro porque sigo esperando que llegue el que pedí la semana pasada, cuando todas las librerías cerraron por mandato federal. Tampoco tengo ánimos de otra película italiana de terror, mis ojos están agotados del brillo de las pantallas.

Este aislamiento no estaba en mis planes, y tan acostumbrado estaba a la mala vida que me es muy incómodo estar sentado en mi habitación a las seis de la tarde.

Un amigo me dijo que la cuarentena le ha permitido ver más películas que en todos sus 27 años de vida. Otra amistad me comentó que se la vive durmiendo en la sala o donde lo lleven sus descalzos pies.

A mí el aislamiento me ha recordado lo que es estar quieto. Hace mucho que no podía suspenderme de la corriente, del agotador trayecto hacia el progreso, y atestiguar que aún existe un refugio para mí.

Es muy lindo estar en casa, aunque también es muy desconcertante. Uno no siempre se acostumbra a la calma porque su corazón es ávido de emociones y entiende que debe alejarse para encontrar su lugar.

La cuarentena se implementó sin siquiera imaginarlo. Fue un auto que frenó de golpe y nos hizo azotarnos contra el parabrisas. Han pasado varias semanas y la situación parece agravarse y hacer más largas las medidas que sembraron ausencias en la ciudad. La tarde se va y mi mente sigue afuera, añorando volver a ver la tranquilidad y la certeza de que las personas están a salvo.

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