Columna | Víctimas de los últimos meses

Por Jhonny Eyder Euán

La lluvia estaba verdaderamente intensa que por unas horas M olvidó la amargura de seguir encerrada en casa. Entonces, sus preocupaciones pasaron a la ropa, sus mascotas y a las paredes y techos.

Era domingo cuando las nubes comenzaron a hacerse largas como ya lo era el confinamiento por el COVID-19. M admiraba a los perros perseguirse las cosas mientras esperaba que el pollo terminara de cocinarse en el fogón. Era un día más de tantos en los que nadie se animaba a salir a la calle, por aquello de los contagios y menos con un mal clima.

Así comenzó a llover ese domingo y no paró nunca. Qué año tan siniestro vivimos que primero nos cae una enfermedad y luego lluvias, pensó M en la cocina al servir una pata de pollo frito en un plato.

Como siempre, no pudo evitar “almorzar” casi al anochecer cuando una tormenta azotaba con fuerza. Se fue la luz y ella no había terminado de comer. Recurrió a unas velas cuyas llamas temblaban con cada trueno. El esposo de M salió del cuarto angustiado porque ya no podría seguir viendo el fútbol. Resignado, se sentó para acompañar a M, que terminaba de comer sus bocados de carne y arroz.

La lluvia vino a doblegar más el ánimo de unos habitantes ansiosos por volver a la vida que conocían. Llegó porque es algo inevitable de la naturaleza. Bien se informó que la temporada de lluvias 2020 comenzaba en junio, y fue pronóstico certero. Incluso antes de las primeras horas del mes, una tormenta tropical pintó el escenario de gris.

El medio ambiente celebró la lluvia como alimento de oro, también se alegraron quienes se consumían de calor y temían sequías demoledoras en sus parcelas.

Los que no recibieron con agrado las precipitaciones fueron personas como M y su esposo, que dos días después de aquel domingo tuvieron que ser rescatados porque su hogar estaba inundado. El agua se metió por doquier y la pareja no pudo salvar ropa ni aparatos electrónicos.

M sintió que se le aplastaba el corazón cuando escuchó el llanto de sus perros desvanecerse entre corrientes de agua. Sintió morir cuando comprendió que sería la última vez que vería su casa, la que con tanto esfuerzo construyó su esposo para ambos.

La pareja fue rescatada por militares que llegaron en lanchas. Sí, lanchas en plenas calles. Unas 50 personas más fueron desalojadas porque las inundaciones no cesaron durante días.

M no encontró consuelo a su tragedia. Ella no necesitó estar en un hospital para ser una víctima de la adversidad de los últimos meses.

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