Columna | El rey que logró llegar a su templo

Por Jhonny Eyder Euán

Nunca lo he visto en persona y no sé si algún día le estrecharé la mano, pero lo conozco porque he visto y leído hasta el cansancio su tumba y puedo decir que es un tipo admirable.

No sé cómo camina ni de qué platica con sus nietos, pero sí sé que le que gustaba escribir historias de sexo, rock, drogas y alcohol. Lo conocí hace algunos años; un amigo me platicó de él y su estilo para expresarse y sus palabras inventadas.
Así conocí al rey que logró llegar a su templo. Un alguien que de joven se aventuró al camino de la literatura; le gustaba mucho leer y escribir y de repente publicó una novela, luego otra y otra, y al pasar los años se hizo un alguien importante. Un alguien llamado José Agustín.

Hoy en día sigo encontrando su nombre en las voces de personas que hablan de esa literatura de la onda de los años noventa, cuando apareció José Agustín y otros escritores que comenzaron a narrar las vivencias de jóvenes desmadrosos. Él fue un fundador del valemadrismo literario, por eso siempre vuelvo a las hojas llenas de humor y diversión de sus libros.

Este mes cumplió 75 años de vida, y me enteré porque sus hijos compartieron fotos de la celebración y brindaron con su padre, un Agustín ya mayor cuyo semblante me refleja una engañosa seriedad.

Si alguien viese las fotos quizás no se imaginaría que ese señor de gesto cansado escribió las perversiones de chavos que se embriagan y drogan y solo quieren andar de reventón en reventón. Quizás tampoco creerían que fue capaz de narrar puterías en Acapulco o el vandalismo de una monja que come hongos alucinógenos. Pero sí, eso y más hizo el buen José Agustín cuando se sentaba frente a su máquina de escribir.

Comenzó su carrera literaria desde muy chavo, y no sé si por instinto o buena “ondez”, pero se llevó de volada a toda la juventud, pasó en bici con sus textículos (textos) abiertos y un incontable número de chavos lo seguían y hasta quisieron ser escritores como él, porque lo que escribía estaba ¡de huevos!

Los años y las enfermedades lo alejaron de su oficio como escritor, pero todavía nos quedan sus joyas La Tumba, Ciudades desiertas, De perfil, entre otras.

A distancia también celebro que siga con vida un escritor tan punzante y letal a la hora de contar historias. Y si un día un servidor tiene la dicha de conocerlo, sin reparo le dará una nota que tengo escrito: “Don JA, gracias por motivarme a escribir”.

 

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