Cometa profesional

 

 Hay días en los que simplemente me levanto de la cama sintiéndome un cometa, como que tengo el impulso incomparable y voy a brillar durante todo el día. De esas veces que traes un feeling que nadie ni nada te mata y, es más, hasta tienes para regalar y tirarle a los demás lluvia de buenas vibras.

Hoy no fue uno de esos días. Y verás, lector, lectora, que para cambiar opuestamente el estado de ánimo ‘cometa’ basta con cambiar la acentuación de la palabra para volverse un cometá. <Ta’> para los que no sean mayaparlantes significa <caca>. Así es, amaneció el día y por alguna razón o circunstancia yo traía la vena cruzada, el ceño fruncido y la boca callada.

Con el pasar de las horas fueron dos los temas entorno a los que reflexioné:

Primero, ¿qué sería lo que está ocasionando que esté así? Me parece difícil de concebir que el mal humor se dé por generación espontánea. Tal vez no de manera consciente, pero se percibe una sensación que provoca ese efecto en uno. Claro, podía ser una o varias circunstancias las que den pie al gruño periódico. Pudo haber sido una incomodidad al dormir en la noche, el trato con una o varias personas, los problemas con los que tenemos que caminar en la vida, o la combinación de todos aquellas.

Y segundo, ¿qué va a pasar? A lo que reparé en lo siguiente: si traigo algo entre oreja y oreja o clavado en el pecho es exclusivamente mi problema y nadie debería de sufrir las consecuencias de mi humor; y que lo más sensato era tomarme mi espacio hasta que pasara. Así lo decidí: voy a enfrentar esta emoción y vivirla haciendo las cosas que me apetece hacer en estos casos: tomar café, comer, dormir y estar callado.

Fue extraño para serte sincero. Aceptar esa emoción y dejarla fluir hasta que se apacigüe por sí misma es bastante parecido a anolar un caramelo amargo y no dulce. Pero, al final del día me doy cuenta que fue una buena decisión, tratar de frenarlo no me llevaría a nada positivo. Definitivamente hay que guardar proporciones y moderar las emociones para fungir normalmente durante el quehacer, pero dejándolo correr.

Ahora, irónicamente, al final de este día no tan padre pero menos desagradable de lo que pudo haber sido; estoy por salir a correr para ver si este humor de ta’ mejora.

Y, ¿sabes qué? Eso está bien.

Por Gibrán Mafud Contreras*

gibranmafudc@gmail.com

* Estudiante de la Licenciatura en Comunicación y director creativo. A veces se le van las cabras. 

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