Cómo afrontar la muerte de alguien muy cercano

La palabra duelo (del latín dolus) significa dolor. Según el Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales, el duelo es un proceso de intensidad y duración variable por el que pasa un individuo que sufre una pérdida. En sí mismo, el duelo es un proceso normal que cumple una función adaptativa: ayudarnos a asimilar la pérdida y a aprender a vivir sin la persona que se ha ido. Como se trata de un proceso normal, en un principio no es necesaria una intervención específica, siempre que la persona afectada cuente con los recursos adecuados, tanto internos como externos, para hacer frente a la pérdida del ser querido.

APOYO

Para poder afrontar el duelo por la muerte de un ser querido, lo primero que debemos asumir es que el duelo, duele. Algunas personas se empeñan en querer eliminar el dolor de la pérdida, patologizándolo, queriendo eliminarlo con medicamentos milagrosos o falsos ánimos. Esta actitud no hará más que prolongar el duelo, dificultándolo y haciéndonos creer enfermos. Por ello, aceptar el dolor es el primer paso a tener en cuenta para afrontar esta experiencia dolorosa. No obstante, adoptar las siguientes actitudes puede aliviar el dolor:

Apóyate en la gente que te rodea; son los mejores terapeutas. El primer apoyo debe venir siempre por parte de los amigos y familiares cercanos. Si crees que te saturan y necesitas tu espacio, no dudes en decirlo.

Asimila la pérdida a tu ritmo: por ejemplo, si debes recoger sus cosas hazlo a tu ritmo; es importante que sepas que debes hacerlo, pero no de forma inmediata, sino cuando te encuentres con fuerzas.

Expresa tus emociones: durante la elaboración del duelo puedes experimentar algunos sentimientos contradictorios. Otros tal vez te parezcan hasta dantescos. Es bueno expresar tu malestar cuando así lo necesites y, del mismo modo, cuando no te apetezca hablar de ello hazlo saber así a las personas que puedan resultar insistentes en hablar del tema.

Acepta pensar en la persona ausente, y permítete sentirte mal (llorar, creer que nada tiene sentido, etcétera). Existe una tendencia errónea en nuestra sociedad que consiste en no permitirnos pensar en aquello que nos hace daño. Esto es un error, ya que estos recuerdos en un primer momento te producirán emociones intensas, pero a medida que el duelo avance irán perdiendo intensidad emocional.

Permítete ser feliz: no sufre más el que más llora. Incluso, existen estudios que afirman que desde los primeros momentos de la pérdida el afectado puede sentir emociones positivas.

Nunca tomes psicofármacos por cuenta propia o porque otros te los han recomendado. Este tipo de fármacos deben estar prescritos por un especialista.

Valora la necesidad de solicitar terapia psicológica si es preciso: si el duelo se prolonga demasiado, si el malestar no se alivia con el paso del tiempo o se hace cada vez más intenso, si no consigues rehacer tu vida, si tienes deseos de irte con el fallecido… La terapia puede ayudarte a controlar tus pensamientos, a afrontar la toma de decisiones, a retomar tu vida, y a reducir la activación emocional.

Y recuerda que cuando alguien muere, nunca se va del todo. Siempre queda algo de esa persona en ti; en tus recuerdos, en tus costumbres; a veces, incluso, en tu forma de ser. De alguna manera, harás de su recuerdo, de su vida, algo extraordinario.

Texto y foto: Agencias

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