Con la vista al frente

Por Alonso Millet Ponce

Era una tarde fresca, el sol se iba escondiendo, dejando un atardecer con brillantes destellos anaranjados, rojizos y amarillentos. Lleno de energía, El Chamaco salió a hacer un poco de ejercicio en la avenida a la que acostumbraba a ir; calentó, se estiró, eligió la “playlist motivacional” de música en su celular, se puso los audífonos y empezó su recorrido.

Las recientes lluvias de la temporada daban la impresión de haber sido provechosas para los árboles y plantas, los cuales relucían con un intenso color verde. El Chamaco siguió su ruta concentrado en sus pensamientos, aislado por la música, con la vista al frente clavada en el final de la avenida. Fue al llegar al punto de retorno cuando, al bajar la mirada para amarrarse los cordones de los zapatos, se percató de algo que lo dejó perplejo: aquel verde que deslumbraba a su altura y por arriba de su cabeza no era el mismo bajo sus pies.

Reposando en paralelo a la acera había envolturas de botanas saladas y dulces, botellas de todos los tamaños y materiales, platos, bolsas… Apenas y se podía ver lo que parecía un asfixiado césped, desesperado por recibir ayuda. El Chamaco caminó unos cuantos metros y analizó la situación. Basura por doquier, ¿cómo no se había dado cuenta? Empezó a fijarse en los corredores, ciclistas y peatones que pasaban a lado suyo y notó en ellos una semejanza: todos iban viendo al frente. Nadie bajaba la mirada ni hacia un esfuerzo por observar. El Chamaco poco pudo hacer, y el grito verde de ayuda se esfumó junto con el sol.

¿Por qué permanecemos indiferentes a nuestro medio ambiente? ¿Qué no ya han sido bastantes las advertencias, las campañas, las consecuencias?

Para lograr un cambio no basta con compartir publicaciones en Facebook, Instagram, Twitter u otra red social: hay que ser y hacer. Si se cree en lo que se comparte, se dice y se piensa, se puede motivar y convencer; pero ojo, ya que para ello se necesitara tener como base tres conceptos: coherencia, congruencia y constancia. Dicho de otra manera, El Chamaco ve el problema, piensa y critica, pero de nada sirve si no lleva su reflexión al campo de la acción, o si lo hace por única vez.

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