Consumidos por los tragamonedas

Pese a los operativos de personal de la Procuraduría General de la República por estos adictivos juegos, éstos se multiplican. Según un sociólogo, “atrapan” a las personas de las clases bajas y medias

“Una más y nos vamos”, comentó la mujer, mientras introdujo varias monedas a la maquinita. Al lugar, ubicado en la calle 56 con 69 del Centro, decenas de féminas y varones acuden atraídos por encontrar ese golpe de suerte que les hace ganar.

Algunos pasan minutos, quizás horas frente a los tragamonedas, a la espera de recuperar lo invertido. La adicción no es exclusiva de los adultos, también de menores de edad que ven con inocencia como la suerte les sonríe.

Un niño, de 10 años, llegó al establecimiento. Depositó un peso, que quintuplicó. Sonrió para luego cobrar y esos cinco pesos meterlo de nuevo y de alguna manera duplicar la tarifa anterior.

¿Cómo lo hiciste?, se le cuestionó al pequeño apostador. “Es cuestión de suerte”, respondió mientras que vuelve a meter los $10. Como si de un chiste se tratará, apostó por $20, cuando el artefacto se detuvo en una casilla que indicaba $50.

“No. Le puse a la casilla de $20, porque pensé que iba a caer, pero no fue así. Cayó en la de $50, hubiera ganado más”, replicó el chaval, quien decidió cambiar de máquina, ante la sospecha de que alguien le espantó a la diosa Fortuna.

Sin embargo, comentó que antes jugar un rato separó lo de sus camiones.

A quien de plano le iba muy mal fue a su compañera, quien después de ingresar 50 pesos, en proporciones razonadas, la cosa iba de mal en peor.

Los gestos daban señal de varias derrotas acumuladas, más las que sumaron.

El sonido de la victoria se escuchó. Un señor ganó $100 y la felicidad continuó cuando logró duplicar el premio. Su acompañante le aconsejó retirarse, pero él insistió en seguir.
No existe una fórmula para ganar, algunos usuarios ya encontraron la “maña” al juego y con unos cuantos pesos ganan hasta miles.

Las diferencias de los establecimientos que operan como minicasinos a los casinos son abismales. Por mencionar el lujo, el confort, las instalaciones y el servicio; sin embargo, los une la adrenalina por ganar todo o perderlo.

Como simple espectador, escuchar el sonido de “ganador” y cuando cae las monedas del premio despiertan sensaciones en las que el corazón late con más fuerza, las pupilas se dilatan y la boca queda seca.

Cuando se pierde, la frustración es muy notoria en los rostros y una forma de externarla es metiendo más monedas al azar y golpear con fuerza las teclas para empezar de nuevo e intentar ganar, aunque se haya perdido mucho de lo apostado.

Othón Baños Ramírez, doctor en Sociología del Centro de Investigaciones Regionales de la Uady, comentó que el sobreendeudamiento suele acentuarse en las clases media y baja cuyos ingresos cada vez se ven más afectados por falta de políticas públicas eficientes.

“La gente que suele vivir en una situación económica estrecha y cae en estos juegos que son de azar”, explicó.

Texto y fotos: Irbin Flores Palomino

 

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