¿Cuánto valor artístico exige la Sala de Arte?

 

Aunque me adscribo a la postura de que incluso los bodrios dizque cómicos de Adam Sandler son obras de arte, reconozco que hay películas con mayor valor artístico que otras.

Lo mismo –me imagino– reconoce Cinépolis, quien describe su Sala de Arte como un “espacio permanente para descubrir un cine diferente” y, consecuentemente, la destina a la proyección de filmes bastante más trascendentales que Jack & Jill… usualmente.

Si bien la Sala de Arte le ha hecho bastante justicia a su nombre y propósito, ocasionalmente –tal vez en su afán por internacionalizar su oferta– ha dado proyección a películas francesas choteadas que, a excepción del idioma, ninguna diferencia tienen con las producciones de habla inglesa que el mismo cine suele ubicar en sus salas tradicionales.

Un ejemplo de ellas es L´un dans l´autre (Uno en el Otro), una comedia insípida sobre un par de amantes que intercambian cuerpos y se ven obligados a vivir la vida del otro hasta que eventualmente logran regresar a la normalidad (¿Cuántas veces no hemos visto ya esta premisa?). Otros transgresores son Radin! (¡Qué tacaño!) y Un homme à la hauteur (Un hombre a la altura), dos comedias que, aunque entretenidas, no ofrecen nada particularmente novedoso o “profundo” como para ameritar un espacio en la susodicha sala.

Tal vez las producciones francesas sean más fáciles de vender como cine de arte, no lo sé. Lo que sí tengo por seguro es que la inclusión de películas palomeras en la Sala de Arte no logrará más que diluir el nivel de calidad y fiabilidad que esta última se ha construido al proyectar auténticas joyas cinematográficas como Louder Than Bombs, Un Homme idéal, Juste la fin du monde y Dans la maison, entre muchas otras.

Por Marcial Méndez*
alexmendez2903_s14@hotmail.com

* Estudiante de Diseño Multimedia, posmoderno y fanático del vaporwave. Dicen que es más formal de lo que su foto indica. Sí tiene novia.

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