Cuestión de prioridades; viene lo peor…

Por Miguel II Hernández

La contingencia sanitaria ha dejado de ser noticia para convertirse ya en parte de lo cotidiano, cuando todos asumen que es algo serio, pero falta lo peor.

Después de este confinamiento sanitario, quedarán muchas huellas en el ánimo de toda la sociedad. Se habrá evidenciado la miseria de quienes únicamente medraron con las ayudas básicas, olvidando que en realidad debía ser destinado a quienes en verdad lo necesitan, para quienes una despensa de cien pesos tenía un valor enorme, mientras que para otros se trató únicamente de un símbolo de “estatus”, para demostrar que los tienen en cuenta por el régimen.

También quedará para el recuerdo la promoción personal de políticos quienes aprovecharán el enorme capital propagandístico de la situación para salir a tomarse la foto, aunque algunos del oriente del estado ni siquiera salieron: desde la sala de su casa frente a una laptop se tomaron la foto “así como que no me doy cuenta”, para subirla a redes.

Toda esa propaganda para fortalecer la imagen tiene sentido tomando en cuenta que a fines de año deberá haber precandidatos y ya se les hace tarde para promoverse, dando su mejor imagen.

Del mismo modo el miedo, la agresión y la paranoia dejarán huella, por las acciones cometidas en contra de los semejantes. Las comunidades que han sido aisladas por órdenes de sus autoridades locales, como si fueran señores feudales, son terrenos propios para las arbitrariedades y el abuso, ya sea por parte de las corporaciones de seguridad pública, o por los mismos vecinos investidos por sí mismos en su papel de inquisidores y dueños y señores del destino de los demás.

Pero lo peor está por venir. No se trata de más muertes, esas habrán dejado su secuela de dolor y luto. Se trata de la desesperación y el rencor social que se verá acrecentado. Los recursos de muchas familias se han agotado. La clase media ve cómo la situación se agrava, sin ingresos en muchos casos, pero con cuentas por pagar; en las próximas semanas habrá corte de servicios al no poder cubrirse las facturas.

En el caso de la salud pública tendremos que quienes perdieron su trabajo difícilmente encontrarán otro, pues las empresas, micros, pequeñas y medianas, tendrán que iniciar, porque tendrán una carga impositiva, sin ningún estímulo fiscal.

Con el desempleo llegará otro problema: la falta de seguridad social, al dejar de cotizar en el Seguro Social o el ISSSTE, según sea el caso, vencido el periodo administrativo, perderán el derecho a la atención médica y al no existir el Seguro Popular y con un sustituto desordenado, veremos otro problema, por las secuelas que habrá dejado la pandemia.

¿Puede haber cosas peores? Sí, claro, persecución fiscal, pérdida de viviendas y otros bienes que no se podrán seguir pagando, deserción escolar, mayor pobreza, cierre de fuentes de trabajo, desempleo, desesperación y una violencia que lejos de haber disminuido ha superado las cifras de sexenios anteriores. Ojalá que la solución no sea la de nuevamente lanzar gases lacrimógenos contra la población.

Y si sumamos la labor de los “conspiranóicos”, quienes se han dedicado a difundir rumores, algunos ridículos y otros increíbles, tenemos entonces un enorme problema social, dividiéndose aún más la sociedad.

¿Terminará todo al levantarse la Contingencia Sanitaria? No. Esperemos que para entonces las autoridades no pretendan generalizar el uso de gases lacrimógenos contra la población, porque eso desatará más violencia y viciará el proceso electoral de 2021, sentando las condiciones para que incluso a alguien se le ocurra cancelarlas.

Ojalá todo quede en simples conjeturas, en vez de convertirse en una pesadilla.

Hasta la próxima…

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