De lo sagrado a lo profano

Roberto Dorantes
robertodorantes01@gmail.com

Hace unos ayeres tuve la oportunidad de visitar los santuarios del Cristo del Cubilete en Guanajuato y el Cristo de las Noas en Torreón Coahuila, en ambos, en ambas fueron peregrinaciones que avivaron mi fe.

Estos santuarios junto con el de Cristo de Janeiro se han convertido un lugar de referencia para las peregrinaciones de los creyentes; sin embargo, cuando se visita un santuario por curiosidad o porque es emblemático de un lugar, esta acción se convierte en una turisteada más que realizar propiamente una peregrinación, es decir, un viaje a un lugar que se considera sagrado por motivos religiosos.

En el caso del Cristo del Cubilete tiene una historia interesante, ya que su construcción fue realizada en la época de la guerra cristera, de hecho el presidente Plutarco Elías Calles mandó a suspender la obra porque iba en contra de sus políticas implementadas, sobre todo la famosa Ley Calles, cuyo fin era controlar y limitar el culto católico en México.

Esta semana fue objeto de burlas y escarnio en las redes sociales la imagen del Niño Dios de la parroquia de la Epifanía del Señor en Zacatecas, es una figura de seis metros y medio aproximadamente, al parecer la intención del Párroco era hacer una imagen del Niño Dios proporcionada a las dimensiones del templo y no llamar la atención, pero sucedió lo contrario, ahora resulta que lo quieren registrar en el libro de récords Guinness como la imagen más grande mundo del Niño Dios, esto segundo lo llamo patrañas, pues, el culto de las imágenes no deben ser motivos de morbo o una malsana curiosidad.

El objeto del culto cristiano de las imágenes, es una señal de reverencia y respeto, no es contrario al primer mandamiento que proscribe los ídolos. En efecto, “el honor dado a una imagen se remonta al modelo original” (San Basilio Magno, liber de Spiritu Sancto), el que venera una imagen, venera al que en ella está representado” (Concilio de Nicea). El honor tributado a las imágenes sagradas es una veneración respetuosa, no una adoración, que solo corresponde a Dios”

“El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es imagen” (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae).

Se debe de evitar que el culto se salte de lo sagrado a lo profano, más en estos tiempos se puede caer en sacrilegio que es la acción de profanar o tratar indignamente los sacramentos y las otras acciones litúrgicas, así como las personas, las cosas y los lugares consagrados a Dios.

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