Del #MeToo al caso por caso (Parte 3 de 4)

Por Sergio Aguilar

Es imposible establecer una ley universal  que aplique a todos los casos de acoso y ataque sexual, catalizados en una plataforma que explota la voz del que grite más fuerte y más efímeramente, no del que tenga mejores argumentos.

Hay que castigar a los acosadores, hay que hacer las denuncias bajo los términos de justicia, hay que revisar los procesos internos de violencia, violencia implícita y explícita, pero también hay que aceptar que todos los casos se tienen que entender en sus propios términos, pues no somos robots a los cuales aplique el mismo sistema de programación, sino sujetos con capacidad de agencia, de decisión, responsabilidad, debilidades y vulnerabilidad.

Porque más allá de señalar si tal o cual caso es verdad o no, hay que indicar las lógicas de lectura de la situación, y así es como se llegaría a un mundo donde se respeten a las mujeres, donde quienes atacan sexualmente sean castigados, y donde la justicia sea expedita y auténtica.

Uno de los mayores avances de la civilización es haber pasado la lógica del “ojo por ojo”, y haber entrado en el derecho y la justicia. Esta lógica se pasó cuando se empezaron a notar matices, cuando se empezó a entender que las cosas dañinas se tienen que castigar, pero con el matiz que corresponda, y en términos de la discusión de esta entrega, cuando nos alejamos de la lógica masculina (Universal) y entramos en la lógica femenina (Singular). El macartismo en el que cae la lógica de la acusación ignora este avance.

Uno bien puede decir que es un periodo de ajuste: esta serie de cosas se presentan a raíz de la violencia contra las mujeres, cuando esto empiece a cambiar, entonces obtendremos un mundo donde ya no sea necesario el #MeToo, como los espacios de preferencia para mujeres (vagones rosados en el metro de la CDMX, por ejemplo).

El problema de esta lógica es, como señalé anteriormente, que es una lógica de derecha: asume que podemos extirpar un problema para así hallar pureza al final; pero como podemos ver en cualquier otro proceso de purificación, nunca se es suficientemente puro, siempre habrá un residuo más que quitar (por eso el racismo, la fobia contra los migrantes, contra el aborto, la lucha “contra el terrorismo”, “contra las drogas”, no acaban nunca).

Esa purga puritana, que trata de elevar al que purga al rango de juez(a) de la moral y buenas costumbres (Facebook es una plataforma idónea para esa clase de histerizaciones colectivas), ya fue denunciada por una de las más respetadas voces del feminismo en México, la investigadora adscrita a la UNAM e ITAM y activista política, Marta Lamas, cuya última obra publicada es “Acoso: ¿Denuncia legítima o victimización?”. Ella plantea distinguir, por un lado, entre procesos que puedan re-significarse en cada espacio para mejorar las condiciones de violencia contra las mujeres, y por otro, la adopción de un movimiento burgués del espectáculo puritano hollywoodense como es #MeToo.

Algo similar ha argumentado la filósofa alemana Svenja Fallpöhler, quien declaró en una entrevista para ABC España: “En el centro del #MeToo está la sexualidad masculina, que es la única que determina cómo se pueden comportar las mujeres. El deseo femenino se vacía de toda especificidad. De este modo, el movimiento reproduce la secular lógica patriarcal centrada en el todopoderoso falo, en torno al cual gira el mundo”.

Y ante esto, ¿qué queda por hacer? Mi postura personal de actuar ante el asunto será el cierre de estas entregas.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.