¿Desaparecerá la República?

Por Miguel II Hernández Madero

La ley de remuneraciones de los Servidores Públicos es tema para un linchamiento virtual de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia por negarse a seguir las indicaciones del presidente Andrés Manuel López Obrador, sin importarle a muchos que se trata de algo inconstitucional y que es precisamente el Poder Judicial quien garantiza la observancia de las leyes en México.

¿Qué tiene qué ver esto con el tema de que “ganen mucho” y no se quieran bajar el sueldo? Tiene que ver todo. Pero recordemos que México es una República democrática, representativa y federal, con tres poderes constituidos: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.

López Obrador es titular del Poder Ejecutivo. Lo ganó en las urnas. Su partido tiene la mayoría absoluta en ambas Cámaras del Poder Legislativo, pero no es el presidente del Congreso, integrado por Senadores y Diputados.

Tampoco es presidente del Poder Judicial, que recae en la Suprema Corte de Justicia. Como señala la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que es la máxima ley en el país.

El Poder Legislativo está integrado por los representantes del pueblo (Cámara de Diputados) y representantes de las entidades federativas (Cámara de Senadores). En ambas el partido del presidente tiene mayoría, pero aun así ellos no se bajaron sus percepciones y hasta se aprobaron un jugoso aguinaldo, libre de impuestos, por cuatro meses de “trabajo legislativo”, pero de eso nadie habla.

La particularidad de que el Congreso sea representante del pueblo, es lo que lleva a que cada presidente rinda protesta ante el pleno, porque en realidad está comprometiéndose ante todos los mexicanos y no sólo se compromete con los diputados y senadores.

El papel de la Suprema Corte de Justicia es vigilar que se cumpla la Constitución y dar certeza jurídica al Estado Mexicano.

¿Qué significa esto? Es simple. El presidente, sea quien sea, no es el Rey, ni tiene la palabra divina. Representa el Estado Mexicano como titular del Poder Ejecutivo, pero no tiene ni debe mandar sobre los otros poderes, aunque ya en el pasado, sobre todo en la “docena trágica” (1970-1982), el Presidencialismo llevó a un pleno control del Presidente en turno sobre el Poder Legislativo, ya que de él dependía quien llegaba como diputado o senador.

Además de la exageración de cantidades que hace AMLO (no ganan 600 mil los Ministros), hay algo que no se debe perder de vista y es que está en juego la figura republicana y su legalidad. Ignorar eso, modificar la Constitución para darle plenos poderes al titular del Ejecutivo convertirá a México en un país “de un solo hombre” y ya históricamente ha costado mucha sangre cuando alguien tiene ese poder absoluto.

López Obrador tiene la oportunidad de marcar un cambio positivo en el país, lejos del populismo y de los caprichos. Ya es Presidente y el éxito está en establecerse metas posibles y de beneficio para la nación. México ha esperado en silencio, en las miradas de los campesinos hay preguntas que no han recibido respuestas, únicamente han tenido promesas y discursos bonitos. Ojalá este sexenio no sea igual.
Hasta la próxima…

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