Descubren segundo entierro infantil en honor a Huitzilopochtli

Este hallazgo arqueológico genera nuevas luces sobre la relación de los niños y la divinidad solar

Menos demandante de sacrificios infantiles que su contraparte Tláloc, dios de la lluvia, Huitzilopochtli también recibía este tipo de ofrendas, en particular cuando se deseaba conocer con anticipación los desenlaces de las batallas.

De acuerdo con el INAH, en 2005, se registró por vez primera el hallazgo de un niño sacrificado en honor a esta deidad en el lado sur del Templo Mayor; 12 años más tarde, el descubrimiento de los restos humanos de otro infante genera nuevas luces sobre la relación de éstos y la divinidad solar.

Un equipo conformado por los arqueólogos Rodolfo Aguilar Tapia, Mary Laidy Hernández Ramírez y Karina López Hernández, junto con la antropóloga física Jacqueline Castro Irineo, tuvo la misión de excavar el hallazgo de la Ofrenda 176, en la cual se colocaron a finales del siglo XV los restos mortales de un niño acompañado de adornos corporales y símbolos característicos de Huitzilopochtli.

Rodolfo Aguilar apunta que el área de excavación en la que se encuentran desde hace dos años, se ubica en el eje central del adoratorio de Huitzilopochtli, justo al pie del Templo Mayor, espacio donde se han encontrado numerosas ofrendas. Una de ellas se depositó directamente sobre el piso de la plaza: primero se colocaron 15 cuchillos de sacrificio de pedernal, encima de éstos una cama de fibras vegetales carbonizadas y, por último, el cartílago del rostro de un pez sierra.

Otra ofrenda, próxima al entierro del niño, fue excavada a lo largo de un año. Su riqueza era extraordinaria, pues tenía cerca de tres mil objetos, entre cuentas de piedra verde, huesos de lobo y de águila; y centenares de elementos marinos entre conchas, caracoles y erizos.

La Ofrenda 176 fue localizada bajo el piso de la plaza oeste al pie de las escalinatas de la sexta etapa constructiva del Templo Mayor, fechadas para el gobierno de Ahuízotl; y entre el Cuauhxicalco, edificio circular donde según las descripciones de los frailes y conquistadores europeos, eran depositados los restos funerarios de los gobernantes mexicas.
Las arqueólogas Mary Laidy Hernández y Karina López apuntan que para ofrendar los restos del infante, los mexicas tuvieron que levantar una serie de lajas de piedra del piso de la plaza, cavar una fosa en la tierra y construir la caja cilíndrica con piedras de origen volcánico, pegadas con estuco. “Después rellenaron ese piso con tierra traída desde las orillas del antiguo lago, para construir otra plaza encima”.

Una de las características que vuelve único a este hallazgo arqueológico, es la forma cilíndrica que tiene la caja de ofrenda, pues de entre las 204 que se han excavado hasta la fecha en el Templo Mayor, jamás había aparecido una de tales características.

La antropóloga física Jacqueline Castro adelanta que el infante fue colocado sentado al interior de la caja, y por la observación del brote dental, se calcula que tenía entre 8 y 10 años.

Por ahora sólo puede afirmarse que el infante en el momento de su muerte estaba vestido como el mismo Huitzilopochtli.

Texto y fotos: El Universal

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