Detective multicultural

Por Sergio Aguilar

Detective Pikachu, como todo buen blockbuster gringo, tiene la habilidad de demostrar los impasses de la democracia liberal sin saberlo, es decir, en el disfraz de una película cuyo tema. En apariencia, es una historia fantástica.

La cinta está ambientada en Ciudad Rima (Ryme City, el equívoco nos hace ver la rima en el nombre) un espacio único donde pokemones y seres humanos conviven en un ambiente de gran paz, armonía y celebración articulada (por algo su nombre).

Nuestro protagonista, Tim, es un joven cuyo padre, un policía, ha sido dado por muerto. Tras el encuentro con el Pikachu de su padre, empieza a desenredar el último caso donde trabajó y que aparentemente le costó la vida: un extraño experimento en el laboratorio de Roger Clifford, el hijo del creador de la ciudad, Howard Clifford.

Ciudad Rima es uno de los sueños de la política multicultural (neo)liberal de hoy: no importan credos, razas o identidades sexuales, pues hasta diferentes especies de animales conviven y son parte del desarrollo capitalista de la ciudad (creo válido preguntar si el desarrollo de Ciudad Rima sería posible sin la colaboración de las demás ciudades que encapsulan pokemones, contraviniendo uno de sus más grandes fundamentos; pero hay que recordar que hay Primer Mundo porque hay Tercer Mundo).

El laboratorio que vemos tener un fallo al principio relacionado con uno de los más poderosos pokemones (Mewtwo, un desliz anglófono nos dice “segundo yo”) oculta terribles experimentos sobre estas criaturas, tratando de expandir más allá de todo horizonte su fuerza, tamaño, velocidad o algún otro atributo.

Está experimentación con animales es, bien sabemos, muy propia de nuestras democracias científicas basadas “en el progreso”, que pueden crear mejor maquillaje pero no un sistema más justo de purificación de agua. Es así que se revela al final que entre los Clifford hay puros dobles: por un lado, el padre Howard usa un Mewtwo para doblar su persona en un cuerpo más adaptado y ágil; y por otro lado, su “hijo” es un impostor, un Ditto que le ha copiado el cuerpo al Roger real, quien está secuestrado y en desacuerdo con el plan de su padre.

Esto puede ser la llave para que leamos nuevamente el mensaje de multiplicidad identitaria que Ciudad Rima dice defender: podemos tener la mayor de las diversidades particulares, pero si el sistema de poder continúa en manos de la corporación capitalista, en realidad estamos asistiendo al espectáculo de la reiteración y la repetición.

En otras palabras: lo que el Detective Pikachu (en sus muchos errores de continuidad y verosimilitud, malas actuaciones y pobre guión) no logra captar es cómo todo puede parecer mejorar para así mantener en el poder a los de siempre.

 

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