Disculpen, salí por los regalos para la familia

Jhonny Eyder Euán


Otra vez el miedo se ha levantado como una gigantesca ola y los múltiples pasos no ayudan a tener un poco de calma. Lo sé, me estoy arriesgando demasiado, y quizás este sea una salida con graves consecuencias para mí, pero entiendan, el amor a la familia es inmenso.

Nosotros no somos de regalarnos nada durante el año, ni siquiera en los cumpleaños; son celebraciones en las que un pastel y un abrazo son suficientes. Cuando llega diciembre las cosas cambian, ya que la temporada navideña nos da esa posibilidad de expresar el cariño que se le tiene a los padres, hermanos, hijos.

Arribo a la tienda departamental y los precios no son los que espantan, sino la fila que hay para entrar. Las personas usan cubrebocas, caretas y algunos tienen las manos húmedas de tanto gel antibacterial. No logro ver sus rostros con tan coloridas mascarillas y no se les nota las miradas de angustia, molestia o tranquilidad.

Estamos esperando por entrar a un lugar cerrado, algo que en otros tiempos no tendría ni la más mínima importancia; sin embargo, ahora, al menos yo me siento muy nervioso por tener que encerrarme con tanta gente desconocida.

Aunque las autoridades reiteran cada que pueden el llamado a no salir de casa, la mayoría de nosotros—los clientes—nos vemos en la necesidad de ignorar esa petición porque queremos comprar regalos para la familia.

Esa es mi conclusión ante la aglomeración que hay tanto dentro como fuera de la tienda. Sé que estoy siendo irresponsable, pero no puedo concebir la idea que mis hijos no reciban un obsequio navideño. Hay muchos niños que no tienen la culpa de los tiempos tan difíciles que nos tocan; no merecen quedarse sin ese regalo de Santa Claus que tanto esperan el 25 de diciembre.

Dentro de la tienda varias señoras se quejan de que no pueden probarse las prendas y, desde las bocinas, una voz nos recuerda a cada minuto que debemos mantener la distancia respecto a los demás.

Darme prisa es lo que intento y doy por perdido al observar que también para pagar hay que hacer fila. Si alguien nos dijera que la línea de clientes es para lograr la inmunidad estaría más tranquilo y gustoso de estar formado, pero soy realista, y justo ahora hago lo que nos piden a gritos no hacer.

Como ya dije, acepto ser clasificado en esa población desobediente que no acata las medidas sanitarias. Acepto las críticas y hasta que me tomen fotos que luego se publicarán en las redes sociales por los medios de comunicación.

Acepto mi imprudencia, pero no me arrepiento. Salí de casa con extremo cuidado, me costó decidirme, pero me armé de valor y aquí estoy, decidido a encontrar un buen regalo para mis seres queridos.

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