Dos futuros posibles

Por: Mario Ovies Gage 

Lo que hemos vivido en los últimos días, lo que está pasando a nivel mundial con la pandemia del Covid-19, me puso a pensar en lo que nos puede deparar el futuro. La situación actual nos puede dejar muchas lecciones, y marcar el camino de cómo podría ser nuestro futuro, tanto en el lado bueno como en el malo.

Pensé en un futuro oscuro, uno de esos futuros post apocalípticos en los cuales nos encanta fantasear en el cine y en las novelas. Han pasado algunos años, el aclamado 2050, y no realizamos los cambios que debíamos en nuestro estilo de vida. No redujimos el uso del automóvil, seguimos consumiendo gasolina, plásticos, seguimos depredando las selvas, y fuimos los causantes de la sexta extinción masiva.

En este futuro desalentador, como lo estamos viviendo ahora, nos encontramos en aislamiento en nuestros hogares, pero en esta ocasión no es debido a una pandemia mundial, sino a un recurrente exceso de contaminación en la ciudad. Como ya es común, se cierran escuelas, plazas, restaurantes, se restringe el uso del automóvil en las calles y nuestra movilidad. Esos días trabajamos desde casa y debemos utilizar ventilas especiales para limpiar el aire de nuestras habitaciones. Si queremos salir, debemos usar mascarillas especiales, a tal extremo de que hasta las mascotas necesitan una si quieren salir a caminar.

Ya no hay aves, es raro poder ver el cielo, es imposible nadar en la playa o en un río. En el caso de la península el agua subterránea está tan contaminada que se necesita tratarla para tan siquiera regar las plantas. Ya no hay jardines, flores o abejas, los árboles tienen un tono grisáceo falto de su antiguo colorido.

Pero no me quedé ahí, también imaginé otro futuro posible. Uno mucho más amigable, uno en el que hicimos bien las cosas. Este futuro me vino a la mente mientras pedaleaba por Paseo de Montejo, avenida por la cual circulaban muy pocos coches para ser un viernes por la noche.

En este futuro las calles también se encuentran casi sin coches, pero en este caso se encuentra llena de personas ocupando las amplias banquetas, cubiertas de grandes arboles que hacen la caminata de lo más agradable.

Las calles y avenidas las ocupan principalmente las bicicletas, se puede respirar aire puro. Sería un futuro en el que trabajamos en equipo, defendimos el agua para todos, luchamos por un sistema de salud que beneficiara a la mayoría y no solo a unos cuantos. Un futuro donde estudiar o trabajar desde casa fuera una opción y no una respuesta ante una emergencia.

Tendríamos aves en los árboles, agua limpia para tomar, un sistema de salud listo para cualquier emergencia. Suena utópico, pero es lo mínimo por lo que deberíamos de estar luchando.

Tristemente creo que nos quedaremos con algo entre estos dos futuros posibles. Se tomarán algunas medidas, pero no las que necesitamos, se tomarán las que sean más cómodas, las que sean más explotables y tendremos que vivir con las consecuencias.

Tenemos dos opciones, cambiar y tener un futuro de cielos azules, o seguir por el camino actual con un mundo muy cercano al que nos presentaba Disney en la película Wally, en la cual un pequeño robot se dedicaba a hacer montañas de basura en un planeta muerto, sin agua, sin plantas, sin aves, flores o humanos.

 

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