Duopolio, la capital del cine

Por Sergio Aguilar

Un monstruo habita en la distribución de cine en México, el más grande mal que ha evitado construir un auténtico camino a la consolidación de la producción cinematográfica nacional: es el duopolio Cinépolis-Cinemex. Han atacado nuevamente, demostrando su incapacidad para entender que no entienden.

La más reciente película de Alfonso Cuarón, ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia, “Roma”, ha sido objeto de polémica ya que su distribuidora, el gigante del streaming Netflix, ha anunciado su salida en la plataforma el 14 de diciembre.

Este texto no pretende ser una apología de las estrategias de Netflix, propias del capitalismo digital que estamos viviendo. Pero tampoco podemos ser indiferentes al secuestro del cine mexicano por parte de Cinépolis-Cinemex.

Cinépolis sacó el día 22 de noviembre un comunicado al respecto. Ahí escribió que estaban en total disposición de exhibir la película, pero Netflix no se adaptó a las “prácticas comunes de la industria”, que es tener la película en una “ventana” de 90 días, un período en el que el filme no puede estar disponible en otros canales de exhibición. Como Netflix planea subir la película en su plataforma a mediados de diciembre, esta condición no se cumplía. Es decir, como las “prácticas comunes de la industria”, que son las que le convienen a Cinépolis-Cinemex, no se cumplen, entonces es inviable repensar el estreno en salas de quien probablemente es el más brillante cineasta mexicano en décadas.

Estas “prácticas comunes” son comunes desde la aprobación del TLCAN en 1994, cuando se acabó el porcentaje de cine mexicano en salas, un porcentaje obligatorio de salas en todo el país que debían estar exhibiendo cine mexicano constantemente. Se abandonó a nuestro cine a la intemperie del desmedido Hollywood. Todas las dimensiones de la industria cinematográfica nacional se han visto trastocadas por esto.

Quien esto escribe ha organizado un festival de cine en la ciudad los últimos 8 años. Nos hemos topado en más de una ocasión con películas mexicanas de las que no hemos podido concretar permisos porque están en otro tipo de “ventana” que Cinépolis no menciona en su comunicado: el período en que las cintas nacionales están a la espera de que se desocupen salas del actual bodrio de superhéroes y den espacio a lo que se produce con impuestos de todos los mexicanos.

Y precisamente en el plano local es donde se abre una nueva oportunidad para repensar los modelos de trabajo colaborativo, que Cinépolis-Cinemex claramente no tienen intención de replantear. Varios agentes estuvieron buscando la exhibición de la cinta en la ciudad, luchando por colgarse una medalla que sólo beneficia al que sea el punto de exhibición. Finalmente quedó en los cines del Gobierno del Estado, que cuentan con el equipo de proyección digital requerido. La sala Mayamax, ese elefante blanco, capricho de un hampón llamado Jorge Esma Bazán, demostró su inutilidad una vez más al tener un equipo desactualizado y sin mantenimiento, que se privó de tener un importante acontecimiento fílmico nacional. Y esto no porque la película de Cuarón sea brillante, sino porque nos abrió la oportunidad de darnos cuenta, nuevamente, la necesidad de dejar de fantasear con una “industria” cinematográfica y mejor ponernos a trabajar en una “comunidad” cinematográfica.

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