Editorial

El Tren Maya es, como ya sabemos, la obra de infraestructura más importante para la Península de Yucatán. La gran esperanza de la obra pública que traerá múltiples beneficios económicos para el estado y también para todo el sureste mexicano.

Es cierto que todo el asunto del COVID-19 redujo la resistencia en contra de este proyecto, porque es importante recordar que al inicio y hasta principios de este año hubo múltiples críticas por parte de la sociedad, que veía que el tren era una muestra de la terquedad del presidente Andrés Manuel López Obrador, que no le importaba devastar selva con tal de llevar a cabo este capricho.

Sin embargo, llegó el coronavirus y a falta de cualquier otra obra y acción del Gobierno Federal para apoyar al sector empresarial y rescatar los empleos, pues comenzaron a ver con buenos ojos el que se construya el Tren Maya, ya que éste vendría con la promesa de una gran derrama económica y de múltiples empleos para la Península de Yucatán.

Sin embargo, según analistas del IMEF, la derrama económica no sería la esperada, en primera instancia porque no hay empresas yucatecas que participen en este proyecto. Es más, no hay ni una sola de la península que sea que tenga, por el momento, alguna proveeduría.

Esto nos deja con la esperanza de que haya empleos directos para la obra, pero la pregunta es si esto es suficiente para amainar la crisis económica que vive el Estado. Habrá que ver.

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