Editorial

Desde el inicio de su concepción, el paso deprimido, que también fue bautizado como la Glorieta de la Paz, ha sido una obra llena de polémica y con muchos opositores para quienes no solo es inútil, sino que además es un ejemplo de corrupción.

Cabe recordar que fue la alcaldesa Angélica Araujo la que decidió construir un paso a desnivel en Prolongación Montejo para agilizar el tránsito vehicular. Y en realidad no sería el único, ya que estaba pensando en otras dos obras similares las cuales, afirmó, en conjunto darían mayor fluidez a la ciudad de Mérida.

Sin embargo la historia es bien conocida: un famoso pleito que, junto con otras malas decisiones y una pésima administración de los servicios públicos municipales, prácticamente sepultaron la carrera política de Araujo Lara.

Hoy, a casi 10 años de haberse construido, el alcalde Renán Barrera Concha se plantea incluso la posibilidad de cerrarlo permanentemente a causa de las constantes inundaciones de la que es objeto. Eso sumado a otros problemas que ya venían “de fábrica” y que nunca pudo resolver del todo el desarrollador.

Todavía se ve muy lejana la posibilidad de que el paso deprimido sea clausurado, pero de ser así estaríamos hablando de Que se cumplió aquel viejo adagio que dice: lo que mal empieza, mal acaba.

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