Editorial de Peninsular Punto Medio

Llama la atención el desafío que las escuelas particulares le lanzan al Gobierno federal, al afirmar que ellas comenzarán a dar clases de manera presencial a partir del 1 de marzo, a pesar de que los semáforos no se encuentren en verde.

Estamos hablando de un asunto de gravedad, ya que muchos niños y jóvenes se pueden ver expuestos de manera directa a un ambiente en el que se pueden incrementar los contagios de coronavirus. Es una medida hasta cierto punto irresponsable en estos tiempos.

Sin embargo, también es verdad que esta actitud de las escuelas particulares ha sido propiciada principalmente por la falta de comunicación directa y clara del Gobierno federal con los diferentes sectores en lo que respecta a la pandemia del coronavirus y de su economía, que ha sido una de las más lastimadas.

El demeritar la pandemia al inicio y no tomar medidas claras se convirtió en una molestia para varios sectores que necesitaban certidumbre y fuerza por parte de sus autoridades, pero que en su lugar han encontrado titubeos y debilidad de la autoridad federal.

Sí, no es nada agradable que se tomen estas medidas, y a lo mejor deberían pensarlo dos veces, pero es imposible reprocharles ni pedirles que aguanten, cuando en la realidad han tenido desdén por parte de las autoridades que los deben proteger.

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