Editorial de Peninsular Punto Medio

Ante la suspensión provisional de las obras del Tren Maya hay que señalar que nos encontramos ante un problema que en realidad puede ir más allá de los derechos de los indígenas o de los temas ambientales.

Es cierto que el tren ha sido una obra muy criticada por parte de los opositores del presidente Andrés Manuel López Obrador, ya que la consideran faraónica y de poca relevancia para el país. Sin embargo, es verdad que en algo ayudará a detonar el sur de la región, ya que no sólo servirá de pasajeros, sino igual de carga.

Además, cabe comentar que las protestas de agrupaciones indígenas no siempre han sido por motivos meramente de derechos humanos, sino que en gran parte de las ocasiones se tratan por motivos económicos o políticos. Hemos visto cómo se paran en contra de obras que son de evidente beneficio para la región, bajo el mismo argumento de la violencia de su territorio.

Sabemos que el Tren Maya se ha convertido en una obra opaca por muchos motivos y que las críticas no han venido en el sentido de su utilidad, sino en el manejo de sus licitaciones y otros temas más políticos que técnicos, pero también es verdad que el estado y toda la región necesitan de más acciones de infraestructura que nos permitan incrementar las inversiones.

Oponerse de manera sistemática a toda intención de modernizar nuestro estado es una necedad y no le hace bien a nadie… ni siquiera a los mismos que protestan.

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