Didier Ucán Canto
didierucan1@gmail.com
Uno de los temas que he tocado a lo largo del tiempo en esta columna es el de los documentales de crímenes reales. Asesinatos, violaciones, relatos de policía y sucesos reales tan extraordinarios que han servido de inspiración para series, libros o querer saber más al respecto.
Netflix ha explorado el mundo del documental a través de productos representativos como Making a Murderer, o Wild Wild Country, entre el basto mundo de posibilidades venimos a encontrar un tema delicado y a la vez tan real, la del abuso infantil.
Una de las apuestas de esta “temporada de primavera” en la plataforma es su miniserie documental titulada Justicia para el pequeño Gabriel, un relato cimentado en la omisión de las autoridades de distintos sistemas en el que un niño de 8 años fallece en un hospital después de meses de constante abuso.
Lejos de jugar con el sentimentalismo o lo alarmante del caso, el documental centra su atención en el sistema. No únicamente en lo judicial, en lo moral, en los sistemático. Planta preguntas interesantes en su subtexto que nos permiten reflexionar sobre el maltrato infantil.
Nos muestra que a veces las reglas son las que impiden la reclamación de justicia, alguien que sólo hacía su trabajo de la forma en la que se le enseñó, otros que debieron parar.
¿Quién es el culpable? ¿el que perpetró el crimen?, ¿los que no hicieron nada para detenerlo?, ¿los que no creyeron en la víctima?, ¿Quiénes hicieron las reglas? o ¿un sistema fallido que ha mostrado su ineptitud en varios casos?
Ver y juzgar… Porque este caso raya en lo moral, la impartición de justicia de algún modo está cimentada en la eterna dualidad del bien contra el mal.
Un documental que nos demuestra de nueva cuenta que la ficción se nutre de la realidad.
