El espectáculo de la academia

Por Gerardo Novelo

Preciso como mecanismo de reloj es el baile mediático alrededor de la entrega de premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. La especulación cada que sale una película oscar-bait, el tren de expectativa y las listas especulativas a final de año, la revelación de los nominados en enero y la ceremonia en febrero.

Para este punto, la entrega de los Óscar es más un espectáculo masivo que un reconocimiento de los logros y méritos fílmicos del año. Y eso no es algo malo.

La Academia ha propuesto reformas recientemente para adaptarse a una audiencia cambiante y distante, entre ellas la infame y fallida categoría de Mejor Película Popular. Tal vez no le atinan todavía a la fórmula, pero creo que están haciendo un esfuerzo reconocible por reconfigurar lo que son para acercarse a lo que su audiencia ya piensa de ellos.

Pocos seriamente todavía ven la entrega como la máxima autoridad sobre lo mejor del cine. El drama detrás de bambalinas, las campañas y políticas de la Academia, y una mala racha de premiaciones no le dan exactamente la mejor de las reputaciones. Lo que sí todavía ven es una alfombra roja, un espectáculo mediático, un desfile de rostros célebres y un hype respecto a los premiados que se asemeja más a una liga de fútbol que a una celebración de mérito fílmico. Por ahí van desde hace años y la última lista de nominados solo evidencia que esa es la realidad que han aceptado para los Óscar.

Entre los nominados a mejor película tenemos a un grupo que parece seleccionado no por ser las 8 mejores películas del año sino las que mejor espectáculo crean al enfrentarse. No muy diferente a la lucha libre con sus rudos y técnicos. En esta esquina, la pequeña película extranjera que sí pudo, Roma; en la otra, el favorito de taquilla, Black Panther; del otro lado el malo de la sala, el rudo con el director malportado, Bohemian Rhapsody; etcétera.
Reitero. Eso no es malo. La Academia no está traicionado su esencia más que entregándose a lo que la audiencia la ha convertido. Quien todavía espera una mesurada y legítima premiación ha vivido en el autoengaño desde hace unas cuantas décadas.

Por mí, a disfrutar el espectáculo cual final de mundial: en compañía, con botana y bebida, gritándole a la tele.

 

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