El mito de la buena educación

Por María de la Lama

La semana pasada el FBI acusó de fraude a más de cincuenta millonarios y famosos que participaron en un esquema ilegal para falsificar los exámenes de SAT de sus hijos y conseguir que entraran a las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Se ha hablado mucho de lo que el escándalo revela acerca de la desigualdad y acerca de los privilegios de la élites; pero me interesa hablar aquí de la relación de la noticia con una tesis del economista Bryan Caplan acerca del papel del sistema educativo: que la universidad no cumple el Appel que se le suele atribuir, sino solo, o sobre todo, la función de “señalizar” (signaling). Es decir, la universidad como existe hoy no sirve para educar, sino solo para señalar quienes son los más inteligentes, aplicados o disciplinados la sociedad y distinguirlos de los que no tienen estas características.

El economista tiene diversos argumentos, pero el más contundente señala hacia las dinámicas alrededor de las universidades más prestigiosas. La demanda de un lugar en estas universidades es altísima, y el argumento clásico que la justifica es que este es el caso porque la educación que ofrecen es mucho mejor que cualquier otra. El conocimiento que ofrecen explica la demanda. Sin embargo, este argumento es incapaz de explicar, por ejemplo, que muchos de los cursos impartidos en universidades como Harvard y Yale estén pública y gratuitamente disponibles en video, y que a muy poca gente le interese verlos. Si millones están dispuestos a invertir mucho tiempo y dinero para ser estudiantes de estas universidades, ¿por qué a nadie le interesa ver los cursos gratuitos en internet? La respuesta de Caplan es que lo valioso de entrar a una universidad prestigiosa no es la educación que recibirás, sino las características que señala en ti el haber sido admitido: inteligencia, disciplina, conformidad al sistema. Las clases que de hecho tomas una vez adentro, como los cursos gratuitos, son más o menos irrelevantes.

¿Qué tiene qué ver la tesis de Caplan con el fraude expuesto la semana pasada? “Consideremos por qué estos padres querrían falsificar las calificaciones del SAT de sus hijos…” dice Caplan. “La gente no hace trampa porque quiere aprender más. Hace trampa para obtener un diploma de Yale o Stanford, el pasaporte preferido de la modernidad para grandes carreras y la alta sociedad.” multiplicidades”, en vez de invisibilizarlas, minimizarlas o eliminarlas, como hace el modelo tradicional.

 

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