El NAIM y la consulta

Por María de la Lama

Transcribo  un comentario de un amigo de Facebook: “La deuda gubernamental de México en dólares asciende a casi 200mil mdd; o sea, hasta el 1 de Oct, cuando comenzó este drama de la consulta, unos 3.71 billones de pesos. Hoy día, con la subida del dólar (ya ahorita en 20.10 al mayoreo) esa deuda automáticamente se volvió 4.01 billones de pesos. Es decir que solo la cancelación del aeropuerto (sin contar indemnizaciones) ya le costó al país aproximadamente 291mil mdp, más caro que el costo total del aeropuerto.
Ah, pero le quitamos el negocio a unos cuantos corruptos, que gran genialidad.”

¿Hay algún error en el argumento de este amigo? Lo que defiende es que el costo de can-celar el aeropuerto es mucho mayor que la ganancia de quitarle el negocio a unos corruptos, ¿no? ¿Se sostiene su punto?

Creo que no. Creo que el costo social y político de darles por su lado a los corruptos es tan grande que siempre supera las pérdidas económicas del caso. Validar un proyecto corrup-to por miedo a una sanción del mercado resultaría contraproducente, porque sentaría un precedente que a largo plazo sería mucho más costoso: institucionalizaría el chantaje de los empresarios hacia el gobierno o hacia el pueblo. No solo eso es muy peligroso en términos de justicia social. Además, la corrupción también merma la confianza de nuevos inversores… Si el nuevo aeropuerto se construye sobre injusticias, licitaciones corruptas o daños ambientales inaceptables, no me queda duda de que debe ser cancelado.

PERO (y es un pero muy grande): El problema es que no hay consenso sobre si estas acusaciones son verdaderas o no. Y en vez de fundarse la decisión de cancelarlo o no en una investigación seria al respecto, se fundó en una consulta ciudadana en la que unos pocos dijeron qué les latía. La cancelación del aeropuerto no dice “si eres corrupto, injusto o lastimas el ambiente no vamos a respetar tu empresa”. Tampoco dice “si la mayoría no aprueba tu proyecto, se cancelará”. Dice “si a la gente a la que se nos antoje consultar no le late que respetemos los contratos con tu empresa, no la respetaremos”. Y este mensaje es peligrosísimo.

El peligro de la decisión de López Obrador no ha calado en la mayoría de mis amigos de Facebook. Algunos (que, he de decir, me parecen mucho más empáticos que el que cité previamente) sostienen que “la cancelación del aeropuerto en Texcoco es una disculpa histórica a los campesinos asesinados y a las mujeres violadas en Atenco para que los intereses capitalistas pudieran ser impuestos”. Nada me parece más justificado que la indignación sobre injusticias cometidas contra los más olvidados del país. Pero reducir el NAIM a un símbolo, por más importante que éste sea, es un lujo que que solo desde la ignorancia o la comodidad de las clases privilegiadas podemos darnos. Va en negritas: en una crisis los más lastimados son siempre los más pobres. Y, aunque suene ridículo, la fragilidad de la economía es una realidad: con muy pocos golpes a la confianza de inversionistas – como sería el del gobierno rompiendo un contrato como el NAIM en base a una consulta ciudadana – se puede disparar un espiral que lastime profundamente a México. Puede no gustarnos, o puede ser que valga la pena cancelar el aeropuerto de Texcoco: la corrupción, la justicia y el medio ambiente importan y mucho. Pero cancelarlo como se canceló no es una disculpa a las víctimas del capitalismo: es un golpe bajo a todos los mexicanos, pero sobre todo a los más pobres del país.

Las buenas intenciones no bastan.

 

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