El nuevo viejo régimen

Por Miguel II Hernández Madero

Desde el primer segundo del sábado pasado inició el sexenio de Andrés Manuel López Obrador y empezó a girar la maquinaria de una nueva administración federal, con los colores de un partido que no existía hace seis años, pero con integrantes formados en un instituto político al cual culpan de todos los males del país.

¿Cambiar de camiseta y de siglas soluciona todo? Son los mismos personajes, mismos métodos, misma ideología, pero con otro color.

Pero sí hay una diferencia. Cuando llegó Peña Nieto tuvo una férrea oposición en el Congreso, con una opinión pública adversa gracias al juego mediático de un aspirante frustrado y con la carga de tres “milagritos” que le dejaron colgados y que fueron capitalizados por sus detractores. Todo eso mostró una Presidencia con una imagen frágil y sujeta a un golpeteo constante.

Los “milagritos” fueron los gasolinazos, la reforma laboral y la compra del nuevo avión presidencial, dejados por el presidente Felipe Calderón Hinojosa como un legado más parecido a la Caja de Pandora.

Estos factores aprobados por el presidente Calderón sirvieron mediáticamente contra Peña Nieto. La compra del avión ya había sido concretada y tocó a EPN recibir el aerotransporte, acusándolo de viajar ostentosamente. En los otros dos temas sabemos que los gasolinazos siguieron y la reforma laboral pasó sin pena ni gloria.

Pero ya hay nuevo presidente. ¿Qué debemos esperar los mexicanos? Algunos responderán que un milagro, pero lo más prudente es dejar que la nueva administración trabaje, que el equipo de AMLO cumpla con las expectativas y que el propio Presidente sepa cómo enfrentar los problemas de un país complicado, con altos índices de violencia, rezago social y educativo, pobreza galopante y crisis de credibilidad en las instituciones.

El año que viene, por encima de la crítica, las promesas difíciles de cumplir y las herencias adquiridas, también será de oportunidad para preparar un auténtico proyecto de país y ponerlo en marcha, pues el presidente López tiene un control absoluto en el Congreso de la Unión. Su palabra es Ley, como en el viejo presidencialismo que tanto daño hizo al país en el pasado (¿recuerda alguien la “docena trágica”, que fueron los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo?).

Lo malo es que entre los nombres de este nuevo régimen, encontramos a personajes procedentes de otros partidos y catalogados como corruptos en su momento y que ahora han sido “bendecidos” y siguen en el poder, con otro color y otras siglas. La corrupción, la violencia, el desempleo y la inflación no se acaban de un plumazo, de la noche a la mañana, ni con discursos bonitos; ojalá haya acciones razonadas y no fruto del capricho.

Este sábado inició una nueva etapa. Ojalá que las acciones de López Obrador sirvan para resaltar el balance final y no sea un triste capítulo en la historia nacional.

Hasta la próxima…

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