El pan para los pobres

La primera necesidad que tienen los pobres es el hambre, su esfuerzo, trabajo y pensamiento está en satisfacer el alimento, la casa y el vestido.
Hay muchos pobres en el mundo, millones de personas no tienen un techo para cubrirse de las inclemencias del tiempo, al igual que Jesucristo en su vida, por eso exclamaba: “El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8, 18-22).

Jesucristo nunca tuvo riquezas ni bienes materiales, paradojas y enigmas, Él que es sumamente pobre es Dueño y Creador del universo, Él que vivió como indigente nunca tuvo casa, ni posesiones materiales, es Él que le da el ser a cada criatura.

Que Jesús diga que no tiene dónde reposar la cabeza, indica entonces la pobreza material de la Iglesia, pues su objetivo primero y último no son los bienes materiales, sino las almas.

Por eso en el evangelio Jesucristo promete que dará el pan de la vida eterna: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.”
El Papa Francisco siguiendo las enseñanzas de Cristo nos dice: “no podemos permanecer indiferentes ante el grito de tantos hermanos y hermanas que pasan hambre en todo el mundo. El anuncio de Cristo, pan de vida eterna, exige un compromiso generoso de solidaridad en favor de los pobres, los débiles, los últimos y los indefensos”

“Jesús ha ofrecido su salvación, su vida, pero también se ha ocupado de la comida para el cuerpo, solo escuchando las más sencillas peticiones de la gente y poniéndose junto a sus concretas situaciones existenciales, podremos ser escuchados cuando hablemos de valores superiores”.

La pobreza no debe entenderse de manera material exclusivamente, pues existe la pobreza espiritual, porque también somos indigentes a causa del vacío existencial, necesitamos de Dios, y por eso nos dejó la eucaristía para saciar nuestra hambre espiritual.

El verdadero alimento para las almas es Jesucristo por eso dijo: “Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.”

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