El problema que representa Javier Alatorre

Por Marcial Méndez

A estas alturas ya todos estamos enterados del atropello cometido por el conductor Javier Alatorre la semana pasada cuando, en plena cuarentena por el coronavirus, invitó a su audiencia a no hacer caso al subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, calificando sus esfuerzos como irrelevantes, incluyendo, por la generalidad de sus palabras, las medidas de mitigación del virus a las que diariamente exhorta el subsecretario.
La aborrecible sentencia de Alatorre recuerda a lo dicho por otro comunicador cuestionable, Sergio Sarmiento, quien, en la emisión del 1º de abril del programa Tercer Grado, también desestimó los esfuerzos por controlar la transmisión del Covid-19 cuando dijo lo siguiente:
“Me preocupa que el aislamiento, el cierre de negocios, va a tener unas consecuencias económicas realmente más difíciles para la enorme mayoría de la población que la propia enfermedad que estamos tratando de curar. […] A mí me preocupa la economía y me preocupa porque estoy viendo que nos estamos orillando, en México, a una catástrofe económica que va a dejar sin comer a mucha gente […], y nos dicen que esto es necesario para evitar una tragedia humana en materia sanitaria. A ver, eso no lo vamos a poder evitar. […] El problema es que en este momento estamos aplicando una serie de medidas que no necesariamente van a resolver el problema sanitario pero que sí van a asegurar que muera la economía.” En el planteamiento de Sarmiento de que tal vez sería preferible multiplicar el número de víctimas del coronavirus con tal de velar por la economía se encuentra la verdadera razón del pronunciamiento de Alatorre. Si bien este último se dio en el marco de un reportaje sobre las diferencias entre el número de casos reportado en un estado y la cantidad expuesta en las conferencias del Covid-19 conducidas por López-Gatell, la sentencia de Alatorre no corresponde a tal información: si se cree cierto que existen muchos más casos que no quedan constatados en los datos a nivel federal (algo que sí sucede, por múltiples razones), entonces no tiene sentido hacer un llamado a ignorar por completo al subsecretario y, por extensión, a los esfuerzos de mitigación del país. Por el contrario, si de verdad hay más casos no registrados, entonces con más razón hay que atenerse a medidas como el “quédate en casa” y la sana distancia. Por tanto, las palabras tan generales y contundentes de Alatorre nada tuvieron que ver con el reportaje que presentó o la legítima preocupación que se podría tener sobre la veracidad de la información, sino que corresponden a un interés y una agenda que colocan el bienestar económico por encima del valor de la vida humana.
Ese es el problema que simbolizan Javier Alatorre, Sergio Sarmiento y sus homólogos. Ya sea que tengan auténtica convicción por sus mensajes o velen por intereses personales o de terceros, sus palabras dejan en evidencia un trastorno en el razonamiento y una inversión de valores que es inaceptable. Un sistema que prioriza el valor económico al bienestar público es inaceptable y las declaraciones de figuras como las antedichas indican que se ha llegado demasiado lejos, que es momento de replantear las cosas no solo en México, sino que en el mundo. Cuando ante una pandemia con miles de muertos la respuesta de los medios es “a mí me preocupa la economía,” queda claro que estamos en mal camino.

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